Margaret Edgar, Marnie, es una atractiva cleptómana. Utiliza falsas identidades para obtener trabajo en empresas y cometer desfalcos en ellas. Descubierta por uno de sus empleadores, Mark Rutland, se ve obligada a casarse con él. Ambos habrán de hacer frente al trastorno mental que sufre Marnie y tratar de descubrir qué lo originó.
Marnie es una de las películas más controvertidas de la filmografía de Alfred Hitchcock y, quizá por ello, la mayoría de los ensayos sobre las películas del director no suelen detenerse demasiado en ella; tampoco se ha divulgado mucho su complicada gestación. Sin embargo, más allá de la apreciación que se pueda tener sobre la película en sí, lo que parece consensuado es que marcó el fin de una etapa en la carrera del director y, aunque sólo fuera por eso, creo que merece la pena conocer las vicisitudes que hubo de atravesar, porque arrojan luz no sólo sobre la película en concreto sino sobre el propio trabajo de Hitchcock.
Los origenes
Marnie es una novela de Winston Graham, escritor inglés especialmente popular por su serie de libros centrados en las andanzas comerciales y sentimentales del personaje Poldark, un navegante ficticio de Cornualles en el siglo XVIII. Muy interesado por los personajes femeninos y su psicología, Graham se basó en algunas historias reales que conocía para urdir la trama de Marnie. Situada en Inglaterra, tras la guerra, la protagonista se ve abocada a la cleptomanía como consecuencia de un trauma infantil; durante el desarrollo de uno de sus “trabajos” en una empresa, es pretendida, indeseadamente por su parte, por dos hombres. Agobiada por una situación de la que cada vez le resulta más difícil escapar, desconcertada e inmadura, se debate entre las pulsiones para apropiarse del dinero ajeno y su patológico rechazo al sexo, hasta verse obligada a enfrentar los recuerdos del hecho que ha engendrado su desorden mental.
Graham redactó su novela en primera persona, consiguiendo reflejar con ello la confusión de la protagonista ante sus propias actuaciones compulsivas y sus miedos irracionales. Trazaba además una analogía entre la situación personal de Marnie y la de la mujer en general en una sociedad, la inglesa de posguerra, que luchaba por recuperarse del conflicto bélico arrastrando aún su clasismo, su machismo y unas convenciones sociales tan vigentes como arcaicas y decadentes. Marnie encarna así a la mujer que, oprimida por moralidades caducas y circunstancias sociales predeterminadas, se enfrenta al patriarcado de clase alta, accediendo al círculo empresarial a través de los propios vicios de éste, y robándole para conseguir una posición económica más ventajosa.
Por otra parte, los protagonistas masculinos se sienten atraídos por ella precisamente por su aura distante y misteriosa. Más adelante, es el hecho de descubrir sus actividades como delincuente lo que más incita el interés de uno de ellos, por el desafío que supone a una casta privilegiada en la que, obligado a hacerse cargo del negocio familiar, él también se siente constreñido.
Es fácil entender que a Hitchcock le atrajese la historia. Por una parte plantea concomitancias con Recuerda (Spellbound, 1945) (la protagonista está afectada por una vivencia infantil no asumida, se hace pasar por otra persona, y alguien se enamora de ella e intenta ayudarla a superar sus muchos problemas), y por otro lado tiene ecos de Vértigo/De entre los muertos (Vertigo, 1958) (un hombre se siente atraído por una mujer misteriosa, perturbada, que esconde un secreto). Al parecer, esta faceta fetichista de la historia fue la que más motivó el interés del director: el hecho de que el protagonista masculino se vea atraído por Marnie precisamente porque es una ladrona compulsiva; algo que también se planteaba en desenfadado tono de comedia, y con los roles invertidos, en Atrapa a un ladrón (To Catch a Thief, 1955), donde el personaje de Grace Kelly se siente fascinada por Cary Grant en buena medida porque éste es un hábil delincuente.
Precisamente Grace Kelly fue una de las claves para que esta película llegara a rodarse pues, desde el principio, se concibió como un vehículo para su reaparición cinematográfica tras convertirse en Princesa de Mónaco.
Preliminares
A lo largo de su carrera Hitchcock tuvo bastante claro el tipo de mujer que le gustaba para encarnar a sus protagonistas, y encontró sucesivamente dos actrices que consideraba idóneas: Ingrid Bergman y Grace Kelly. La boda de la primera con Rossellini y la de la segunda con Rainiero de Mónaco interrumpieron su satisfactoria colaboración. El intento del director de actuar como Pigmalión de Vera Miles se vio frustrado al anteponer la actriz su vida personal a su carrera cinematográfica.
REPARTO:
Tippi Hedren: Marnie Edgar
Sean Connery: Mark Rutland
Martin Gabe: Sidney Strutt
Louise Latham: Bernice Edgar, madre de Mamie
Bob Sweeney: Primo Bob
Bruce Dern: Marinero
Milton Selzer: Hombre de Track
Mariette Hartley: Susan Clabon
Alan Napier: Sr. Rutland
Henry Beckman: Primer detective
S. John Launer: Sam Ward
Meg Wylie: Sra. Turpin
Louise Lorimer: Sra. Strutt
Edith Evanson : Rita
CREDITOS Director y Productor: Alfred Hitchcock Guionista: Jay Presson Allen Música: Bernard Herrmann Duración: 130 minutos |
El papel de Marnie fue ofrecido a varias otras actrices antes de recaer sobre Tippi Hedren, entre ellas Eva Marie Saint, Lee Remick y Grace Kelly, por aquel entonces ya Princesa Grace de Mónaco. En el caso de esta última, que ya había aceptado, fueron los súbditos monegascos quienes se opusieron a ver a su princesa en el papel de una cleptómana.
Esta película constituyó la última colaboración entre Hitchcock y Bernard Herrman, su compositor por excelencia, autor de la banda sonora en ocho de sus filmes.
La relación entre el director y la actriz principal empeoró manifiestamente durante el rodaje, tanto que se suele decir que los últimos días del mismo Hitchcock acabó por darle instrucciones a través de intermediarios, a pesar de que Hedren ha negado en su biografía que tal cosa llegara a suceder.
Boris