Mario Puzo


Mario Puzo nació el 15 de octubre de 1920 en Nueva York (Estados Unidos) en el seno de una familia de ascendencia italiana, siendo su padre trabajador de ferrocarril. Participó en la Segunda Guerra Mundial formando parte del ejército del aire antes de estudiar en la New School for Social Research y la Universidad de Columbia. Su primer libro publicado fue la novela "La arena oscura (Dark arena)" (1955), ambientada en la posguerra. Cinco años antes, en el American Vanguard, había aparecido el relato "The last christmas". A la par que publicaba estos primeros textos Puzo trabajaba como periodista, ejerciendo la crítica literaria en diversas publicaciones como Redbook, el New York Times o Book World.

Después de "La arena oscura" el autor neoyorquino escribió "El peregrino afortunado (The fortunate pilgrim)" (1965), sobre el tema de la inmigración con el personaje femenino central de la italiana Lucia Santa, y "Las extrañas vacaciones de Davie Shaw (The runaway summer of Davie Shaw)" (1966), un libro con protagonismo infantil.

Logró la inmortalidad gracias a "El padrino (The godfather)" (1969), historia de una saga mafiosa de origen transalpino con Don Vito Corleone como patriarca. Las adaptaciones cinematográficas, con participación en el guión del propio Mario Puzo, fueron tan exitosas como el libro, logrando el autor dos premios Oscar por "El Padrino" (1972) y "El Padrino II" (1974), ambos filmes dirigidos por Francis Ford Coppola, quien también realizó "El Padrino III" (1990). Otros guiones de Puzo fueron los escritos para películas como "Terremoto" (1974), "Supermán" (1978) o "Cotton Club" (1984).

Después de "El Padrino" Puzo escribió novelas como "Los tontos mueren (Fools Die)" (1975), con el protagonismo de un escritor inmerso en el mundo de los casinos de Las Vegas, "El siciliano (The sicilian)" (1984), libro que retomaba el asunto mafioso con el personaje real de Salvatore Giuliano y que fue llevado al cine por Michael Cimino, o la intriga política "La cuarta K (The fourth K)" (1991).

Los asuntos criminales con protagonismo familiar fueron constante en su narrativa, hecho apreciable en sus últimos trabajos como "El último Don (The last Don)" (1996), "Omertá (Omerta)" (2000) o "Los Borgia (The family)" (2005), libro finalizado por Carol Gino, su compañera después de la muerte de su esposa Erika Lina Broske.
Mario Puzo murió a los 78 años de edad el 2 de julio de 1999.

Marcia. 26 sept.2008
Fuente: www.alohacriticon.com/viajeliterario

Mario Puzo. Vuelve el Don

Ediciones B publica Seis tumbas en Múnich, una novela inédita en castellano que el autor norteamericano escribió en 1967. La Guerra Fría, la mafia y la tragedia shakespeareana centran este drama que pone al lector de parte de lo amoral

La Policía rodea a un Michael Corleone endiosado, en un fotograma de la adaptación del best-seller de Mario Puzo El Padrino. -  AFP

La Policía rodea a un Michael Corleone endiosado, en un fotograma de la adaptación del best-seller de Mario Puzo El Padrino. - AFP

La primera novela que escribió Mario Puzo (1920-1999), La arena sucia (1955), se adentraba de lleno en la II Guerra Mundial. Él mismo había vivido el conflicto destinado en Alemania, a pesar de que nunca estuviera en el frente de batalla. Doce años después, y antes del boom de El Padrino, escribió una pequeña novela cuyo argumento también tenía mucho que ver con los desastres de la guerra. Se tituló Seis tumbas en Múnichy la firmó como Mario Cleri, en honor al apellido del primer marido de su madre. Nunca fue publicada en español. Hasta ahora.
Cuando se cumplen diez años de la muerte del escritor neoyorquino, Ediciones B ha rescatado este título para el lector en castellano y lo publicará en una semana. Con él, el Don ha vuelto para reivindicarse como un escritor alejado de la ideología bienpensante de una época en la que triunfan las denuncias de Roberto Saviano y en la que las fiestas del primer ministro Silvio Berlusconi adquieren carácter de sainete en la prensa. Esta novela inédita es una muestra de un mundo que ya no existe el de los antagonismos de la Guerra Fría, y aunque no está a la altura de su obra maestra, reúne las características que han hecho de Puzo un autor que va más allá del escritor de best-sellers: tragedia, salvación personal, un sentido de la justicia muy diferente al que marcan los códigos penales y, por supuesto, una visión del criminal amable y hasta simpática.
"Puzo es un escritor muy shakespeareano. Toca los temas eternos. El Padrino se podría considerar una especie de El Rey Lear, ya que Vito Corleone debe elegir entre sus hijos para pasar su corona", señala el escritor Mario Cuenca Sandoval, un gran seguidor del escritor norteamericano. Seis tumbas en Múnich podría considerarse a la vez una especie de Macbeth o Hamlet con el paisaje del Telón de Acero de fondo, porque el verdadero motor de la acción es la venganza de su protagonista.

"La valía de Puzo está en convertir al asesino en el héroe", dice Martin

"La valía de Puzo estriba en su capacidad para convertir a un asesino en un héroe, ya que es una persona que se juega la vida. Esta es una transgresión que atrae mucho", puntualiza el autor de novela negra Andreu Martin. Por eso, sus Corleone casi nunca son para el lector los malos de la película. En esto, Puzo se sitúa a las antípodas de la nueva épica italiana.
El héroe de Seis tumbas en Múnich es Michael Rogan, un norteamericano que tras ser torturado por la Gestapo en un cuartel de Múnich en 1945 y asistir a la destrucción de su vida matan a su mujer embarazada de cinco meses decide, diez años después, tomarse la justicia por su mano. Así dará comienzo una especie de odisea que transcurre en Hamburgo, Berlín Oeste, Viena, Sicilia, Budapest y, por supuesto, Múnich. Un relato muy visual, lleno de acción y con una catarsis final, en la que Puzo pone al lector de parte de su justiciero.

La ley, al margen

"Lo habían absuelto tras sopesar todas las pruebas, y no podían juzgarlo otra vez por el mismo delito. Según la ley, Albert Moltke era inocente, por siempre jamás". Y, sin embargo, ha de morir, decide Puzo. "Puzo es el principal culpable de que haya todo un universo moral de la criminalidad. Sus personajes no eran amorales. Tenían su universo de normas particulares", explica Mario Cuenca Sandoval. Esto choca bruscamente con el enfoque de los autores actuales que retratan la mafia, que se alejan de la idealización y el glamour para exponer con crudeza hechos objetivos. Esa es la visión que arroja Gomorra, de Roberto Saviano, por la que está condenado a muerte.

La guerra y la moral

Aún así, Puzo introduce en 1967 algunos juicios sobre la ambigüedad moral en tiempos de guerra. "El bien y el mal no pueden sino intentar destruirse mutuamente; y de esto se deducía que en el mundo de la guerra y el asesinato, el mal debía triunfar sobre el bien". Esta es la reflexión que se hace uno de los torturadores del protagonista. Un alemán que tras trabajar para la Gestapo durante el conflicto bélico se convierte en tiempos de la Alemania Federal en un respetado magistrado cuyas sentencias suelen ser bastante benévolas. Puzo pone en su boca los desmanes de la guerra en el ser humano: no es un lugar para la ética.

Sus personajes actúan según su universo de normas particulares

El personaje de Rosalie, la chica del protagonista, es el paradigma de las consecuencias de la brutalidad. Cuando Rogan la conoce le sorprende su inexpresividad emocional. "Era como si hacer el amor y matar a alguien estuviesen, para ella, a la misma altura ética", piensa. Poco después descubre la causa: tras un bombardeo a su ciudad durante la guerra, Rosalie, que tiene 14 años, es apresada y violada sistemáticamente.
La filósofa Hanah Arendt identificó en su ensayo La banalidad del mal cómo la maldad es, ante todo, muy mediocre. Son funcionarios del crimen los que comenten los verdaderos ultrajes. Puzo también lo pone al descubierto en esta novela con personajes que, mientras en tiempos del nazismo apretaban las clavijas de sus prisioneros, en democracia son los simples trabajadores de un taller mecánico. Otra cosa, sin embargo, es que para el escritor también sean responsables.

Mundo frío

Berlín Oeste era una fiesta en 1955. Los cabaret de la avenida Kudamm se llenaban todos los días. En la Reeperbahn de Hamburgo las prostitutas ponían color a los grisáceos edificios poshitlerianos. Puzo describe este mundo con soltura. En ellos se cuelan agentes del FBI infiltrados, junto a ex criminales de guerra. Espías de todo pelaje. Y un lenguaje que hoy podría definirse como políticamente incorrecto: "Los hombres no pueden hablar tranquilos cuando hay mujeres delante. Me gusta demasiado la compañía de usted como para arruinarla con el volatil carácter femenino", señala Rogan. Puzo instala al lector en un mundo perdido, que ya no existe; de ahí que esta novela pueda parecer incluso histórica.
Pero de este mundo, Puzo también deja entrever su propio juicio de valor: todo el que haya cometido un crimen sin ningún tipo de justificación e incluso con regodeo, debe pagarlo. No es tampoco pena de muerte lo que pide Puzo, sino como señala Andreu Martin, y como ocurre en sus novelas mafiosas, "una especie de justicia poética".

El mafioso bueno

Uno de los torturadores de Rogan es Genco Bari. Una década después se ha convertido en un potente capo siciliano "simpático, educado y servicial", escribe Puzo con más parecidos con Toni Soprano que con Al Capone. Bari está enfermo de cáncer y no puede mantener relaciones sexuales con su mujer, por lo que deja que ella se satisfaga con Michael Rogan. Con ese gesto altruista, el mafioso gana puntos.
"No sé si Puzo tuvo una vinculación con la mafia, pero él consiguió elevar al criminal a la categoría de la dignidad. La mafia tiene una moral, unos valores y reglas y se respeta, aunque no sean las mismas que fuera de la mafia", apunta Andreu Martin. Todo lo contrario a lo que ocurre hoy en día en los libros de Saviano y otros autores como Massimo Carlotto o el magistrado Giancarlo de Cataldo, confesos defenestradores de la mafia.

Política y tragedia

¿Fue un rojo Mario Puzo? Su animadversión al Departamento de Justicia de EEUU fue un hecho constante en su vida, sin embargo, tampoco hubo mucho coqueteo con el otro bloque. Puzo fue ácrata y tiende a señalar a todos los regímenes como injustos.
Como en los dramas de Shakespeare, las novelas de Puzo acaban en tragedia. En esta, se revela el triunfo de una moral que puede parecer anticuada, pero que no está atada a ninguna ética de lo correcto. Es el último golpe desde la tumba.

Retrato exprés del creador de ‘El Padrino’ 

Ambiguo
La relación de Mario Puzo con la mafia nunca estuvo del todo clara. Para muchos escritores como Andreu Martin es posible que hubiera una cierta vinculación, ya que su acercamiento a la mafia es bastante amable. Sin embargo, él siempre lo negó: “Mis libros salen de una exhaustiva investigación”.
Antimediático
Puzo no concedió demasiadas entrevistas en su vida. De hecho, entre 1976 y 1996 no hizo ninguna. Según le confesó al periodista Larry King en 1996, estaba convencido de que “las entrevistas realmente no ayudan a vender libros. Sólo si escribes un buen libro se venderá”.
Justiciero
El escritor tenía un peculiar sentido de la justicia, que supo trasladar a sus novelas. “A todo el mundo le gustaría que alguien pudiera ser capaz de hacer justicia sin tener que pasar por juicios ni por abogados”, dijo en alguna ocasión. Siempre fue contrario al Departamento de Justicia norteamericano.
Jugador
La ciudad de Las Vegas está presente en las novelas de Puzo y también lo estuvo en su vida. De hecho, el ataque de corazón que casi acaba con él a finales de los setenta lo sufrió en la ciudad de los casinos.
Familiar
Puzo devolvió a la mafia los códigos familiares. Él también era un defensor de la familia. Estuvo casado 18 años y tuvo cinco hijos.
Guionista
El escritor participó en los guiones de las tres partes de ‘El Padrino’, pero también en los de las películas ‘Superman’, ‘Superman II’, ‘Terremoto’, ‘Cotton Club’ y ‘El Siciliano’. Según explicó siempre, nunca le llamó la atención trabajar para Hollywood, pero al final lo hizo por dinero. Ganó dos Oscar al Mejor Guión Adaptado.
  • Murió Mario Puzo, el creador de la historia de "El Padrino"

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    ...Mondadori Trad.: Eduardo G. Murillo 719 páginas $ 59 Mario Puzo escribía novelas dramáticas que gozaban de buenas críticas...conocida. Coppola y su película hicieron célebre a Mario Puzo y convirtieron a El Padrino en el referente obligado...

    La oferta de Mario Puzo que no pudimos rechazar

    JULIO AGUILAR
    EL UNIVERSAL
    DOMINGO 27 DE SEPTIEMBRE DE 2009
    CULTURA@ELUNIVERSAL.COM.MX
    http://www.eluniversal.com.mx/cultura/60622.html

    Cuando Mario Puzo (1920-1999) publicó hace 40 años El Padrino (Ediciones B), no imaginaba que también estaba pariendo un nuevo subgénero narrativo que prosperaría como la hierba silvestre en los jardines de la cultura popular.
    En las actuales historias sobre la mafia, ya sea noveladas o filmadas, aún se pasea el robusto espectro de Don Vito Corleone, un referente obligado incluso entre los mafiosos de carne y hueso.
    De nuevo la realidad y la ficción se enfrentan en la vieja disyuntiva sobre ¿qué fue primero: el huevo o la gallina? Y es que hoy no queda del todo claro si El Padrino es un retrato fiel de una realidad que ya existía o si los capos encontraron en el libro y en la película un catálogo de usos y costumbres hasta entonces no tan extendidos que con el tiempo se convirtieron en folclore del gremio.
    El realismo con el que está descrito ese submundo en el que gobierna la temida familia Corleone desde el principio dio qué pensar. Parecía que Puzo había decidido revelar a los estadounidenses una realidad en la que había nacido y crecido. Sin embargo, al poco tiempo de haber sido publicada la novela en 1969, comenzó a aclararse que el origen étnico del escritor sólo motivaba los prejuicios.
    Puzo, nacido en Manhattan en 1920, era hijo de inmigrantes italianos pero no tenía un pasado sórdido ni, aparentemente, relaciones oscuras. De hecho, era un ejemplo de integración social para los jóvenes ítalo-americanos. Era un muchacho a quien su madre (la infaltable mamma) había educado con mano firme; ella no se cansaba de advertirle a él y a sus otros seis hijos que evitaran andar de callejeros porque afuera siempre pasan cosas malas. Y Mario obedecía.

    En busca del best seller
    Mario eligió el camino largo y duro para alcanzar el sueño americano porque no tenía muchas opciones. A diferencia de los Corleone, la suya era una familia modesta El padre, lejos de ser un macho alfa como Don Vito que empujaba a sus hijos para triunfar en el mundo, era un hombre irresponsable que un día cualquiera abandonó en medio de la jungla neoyorquina a toda su familia.
    Como su padre, Mario trabajó en los trenes de Nueva York, después estudió y se hizo colaborador freelance en revistas donde contaba historias de la guerra.
    Quería ser un escritor respetado y famoso. Publicó dos libros, uno de ellos fue el autobiográfico The Fortunate Pilgrim (traducido en Iberoamérica como La mamma), que le valió buenas críticas en 1964, incluso en The New York Times. A sus 44 años ya era un escritor con cierto reconocimiento, pero con ingresos modestos y una familia que mantener. Entonces, por primera vez planeó hacerse de dinero yéndose por el camino menos complicado : escribir con la intención de dar un golpe de ventas con un best seller, pero aunque ése es un camino relativamente corto para triunfar, desde luego nadie puede decir que sea fácil conseguir el objetivo. Es una idea descabellada que muchos han tenido pero pocos han concretado.
    Con un modesto adelanto de 5 mil dólares, Puzo comenzó a investigar sobre la mafia y en 1969 publicó El Padrino. Fue un golpe rotundo. La novela se mantuvo 67 semanas en las listas de los libros más vendidos y poco a poco comenzó a editarse en todo el mundo. A estas alturas, ya es difícil saber cuántos ejemplares se han vendido, pero estimaciones de The New York Times calculan que más de 25 millones en todo el mundo.
    Así, el padre de El Padrino comenzó a fundar su propio imperio en el que las historias sobre la mafia fueron la materia prima para explotar comercialmente en la literatura y también en el cine, donde Puzo comenzó a colaborar como guionista con Francis Ford Coppola para llevar la novela a la pantalla en 1972.
    “Coppola ha hecho una de las más brutales y conmovedoras crónicas de la vida estadounidenses jamás concebidas dentro de los límites del entretenimiento popular”, escribió el entonces temido Vincent Canby en una crítica memorable para The New York Times. La sociedad Coppola-Puzo haría historia.

    Los secretos de Puzo
    “Me da vergüenza admitir que escribí El Padrino completamente a partir de la investigación. Nunca me reuní con un gángster. Conozco muy bien el mundo del juego pero nada más”, escribió Puzo en una de sus reiteradas aclaraciones sobre el origen de la novela y su relación con la mafia. Pero la ficción puede ser más real que la realidad y hay quien alega que Puzo no dijo la verdad y que se llevó a la tumba el secreto sobre sus fuentes.
    Uno de esos suspicaces es ni más ni menos que Sammy El Toro Gravano, un mafioso que, a diferencia de los personajes de Puzo, de ficticio no tiene nada: durante años fue el segundo hombre fuerte dentro de la organización de los Gambino, una familia que controlaba diversos negocios ilícitos en Estados Unidos y que sólo pudo ser desmantelada por la justicia cuando Sammy Gravano decidió traicionar a su clan a principios de los años 90, aprovechando un programa de testigos protegidos. El golpe terminó con el encarcelamiento de John Gottti, a quien la prensa estadounidense dimensionó como el mafioso más importante después de Al Capone.
    “Él posee toda la atmósfera, la forma como hablamos. La escena de la boda es tan real… Mi libro no es ni un gramo del suyo (…) Alguien tuvo que ayudarlo”, le dijo Gravano al reportero Geffrey Goldberg de The New York Times en una entrevista publicada en el año 2000, a propósito de El Padrino. Para entonces, El Toro había publicado en Estados Unidos Underboss: Sammy The Bull Gravano´s Story Of Life In The Mafia.
    Desde algún lugar de Arizona donde residía bajo otra identidad, Gravano le explicó al reportero una serie de motivos por los que él estaba seguro de que Puzo conocía de primera mano el mundo de la mafia. Después de todo, él mismo, con una larga carrera en la familia Gambino y numerosos asesinatos en su historial, era un genuino experto en la materia…
    Para puntualizar sus sospechas, Gravano puso como ejemplo al reportero la descripción de una escena de la película en la que Michael Corleone, sordo y cegado por el coraje, camina para castigar a un traficante. “Pues así me sentía cuando maté a Joe Colucci”, explicó.
    Según sus revelaciones, ver la película le servía a Sammy como rito preliminar antes de salir a cometer alguna ejecución para la familia Gambino. De ser cierta tanta franqueza, el matón debió ver con esas fatales intenciones el filme de Coppola por lo menos en 19 ocasiones, de acuerdo con su historial policial

    Los imitadores de carne y hueso
    Para alguien como Mario Puzo que, según sus palabras, detestaba la violencia, las revelaciones de El Toro Gravano no serían el mejor cumplido a su obra maestra. ¿Pero el matón habrá dicho la verdad o sólo eran fanfarronadas? Lo más probable es que todo haya sido verdad. No hace mucho el reportero y escritor italiano Roberto Saviano contribuyó a dar luces sobre la recepción que los libros y los guiones de Puzo han tenido entre los mafiosos de su país, genuinos ahijados de su personaje.
    “Los camorristas deben de crearse una imagen criminal que a menudo no tienen y que encuentran en el cine. Articulando la propia figura sobre una máscara hollywoodense reconocible, toman una especie de atajo para hacerse reconocer como personajes a los que hay que temer”, explica Saviano en su famosa novela Gomorra, el libro que le ha valido ser condenado a muerte por capos cuya corrupción, usos y costumbres fueron ventilados en el texto.
    Según Saviano, la película de El Padrino se volvió un referente cultural para los mafiosos sicilianos que nunca habían utilizado la palabra padrino: “La palabra empleada para designar a un capofamiglia o a un afiliado ha sido siempre compare (es decir, compadre). Después de la película, sin embargo, las familias mafiosas de origen italiano afincadas en Estados Unidos empezaron a utilizar el término padrino en sustitución de los -ahora pasados de moda- de compare y compariello”, explicó el autor.
    Al parecer, El Padrino también ha hecho escuela en el lenguaje de la mafia ítalo-americana, al menos eso afirma Sammy Gravano, quien dice que “te haré una oferta que no podrás rechazar” y “si tienes un enemigo, ese enemigo se convierte en mi enemigo”, no sólo son frases-cliché de la mafia sino parte de su código de conducta habitual.
    Pero la imitación o reelaboración de la fantasía de Puzo va más allá del lenguaje. De nuevo según Saviano, un mafioso llamado John Gotti “quiso transformarse en una versión de carne y hueso de Vito Corleone. Incluso Luciano Liggio, boss de la Cosa Nostra, se hizo fotografiar resaltando la mandíbula como el capofamiglia de El Padrino”.
    Sin embargo, hay algo en lo que Saviano está equivocado. El escritor italiano afirma que para crear a Don Corleone, el autor se inspiró en un boss siciliano llamado Alfonso Tieri, pero sobre este asunto Mario Puzo no dejó dudas al respecto: el modelo para crear a Don Vito Corleone fue Maria, su madre.
    “Siempre que El Padrino abría la boca, oía la voz de mi madre (…) era maravillosa y guapa pero también bastante cruel”, recordaba Puzo. ¿Y quién puede dudar que ante una mamma italiana hasta Don Corleone puede parecer un personaje de guiñol?. A 40 años de la salida del libro, de lo que no cabe duda es de que aún hay muchos que quieren ser Vito Corleone.
     
     

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