Tras más de cuatro décadas metido en el mundo del cine, Brian de Palma (Newark, EEUU, 1940) ha sufrido ya suficientes críticas negativas, desastres de taquilla y campañas de difamación como para tener la piel más dura que la de un rinoceronte.
"He pasado tantas veces por esto que a estas alturas ya estoy como para jubilarme. No tengo ni idea de cómo va a funcionar la película pero el caso es que tampoco me importa lo más mínimo", dice, subrayando el fin de la frase con una breve y sonora carcajada.
A la vista de los temas que se tratan en 'La dalia negra' (la obsesión, la corrupción, el engaño y la existencia de dobles de todas las personas), cualquiera habría pensado que De Palma se encontraría absolutamente a gusto con semejante material.
Según algunas fuentes, ha reducido el metraje de tres a dos horas. Más aún, De Palma se hizo cargo del proyecto a última hora, como recambio de David Fincher ('El club de la lucha'), cuando en su mayor parte los papeles ya estaban adjudicados.
"Si desde un principio hubiera sido yo el autor del guión", explica el director, "habría cambiado determinadas cosas. Sin embargo, no he podido introducir en la película las elipsis que personalmente tanto me gustan a la hora de contar una historia. Yo aquí estoy haciendo de James Ellroy (guionista de este filme y también de 'L.A. Confidential'). Lo más importante que he tenido presente en la cabeza ha sido que yo iba a contar la historia que cuenta Ellroy. Fundamentalmente yo he puesto en imágenes lo que él ha escrito en un papel".
Efectivamente, De Palma ha sido en este caso un director a sueldo. Hasta sus detractores tendrán que reconocer en este neoyorquino de 58 años a un director infatigable, inconfundible e influyente, además de alguien sin el cual la cinematografía estadounidense sería muy diferente.
De hecho, tiene ya asegurado un lugar en la historia con películas tan sólidas y populares como 'Carrie', 'Los intocables de Eliot Ness' o 'El precio del poder'. Fue De Palma también quien animó a Terrence Malick ('La delgada línea roja') a dedicarse a la realización, quien dio a Robert De Niro sus primeras oportunidades, quien puso en las manos de Martin Scorsese el guión de 'Taxi Driver', quien presentó a Steven Spielberg a su actual esposa, Amy Irving, o quien ayudó a George Lucas a escribir el prólogo de 'La guerra de las galaxias'. Entonces, ¿por qué De Palma no tiene como director la consideración de "uno de los grandes", así, con mayúsculas?
"Eso me trae sin cuidado" afirma el cineasta. "Siempre he estado contra el poder establecido, desde el primer día. Se diga lo que se diga sobre David Lynch o Martin Scorsese, a ellos se les considera artistas cinematográficos de primera magnitud y eso es algo que nadie puede discutir. Yo nunca he gozado de esa consideración.
Ha habido algunas personas que han dicho eso mismo de mí y ha habido algunas personas que han dicho de mí que soy un auténtico jamelgo, que soy poco original; en fin, qué voy a decir, todas esas frases llamativas y vacías que mucha gente emplea para definirme. Así es, siempre he sido un director polémico: o me odian o me adoran".
El punto culminante de su crisis llegó en los 90 con 'La hoguera de las vanidades', un patinazo de proporciones épicas y un ejemplo de manual de lo que ocurre cuando un estudio trata de hacer una película que guste a todos a partir de una novela complicada, contratando además a un director que tiene sus propias ideas.
Debido a su rebeldía insobornable, no se le ha hecho nada fácil volver a recorrer el camino que un día le llevó al reconocimiento profesional. Ni siquiera con 'Misión imposible', un filme que De Palma fue capaz de dirigir sin complicarse la vida.
"Yo siempre he dicho lo contrario de Godard. El cine es una mentira a 24 imágenes por segundo", afirma, "y cualquiera que esté acostumbrado a manejar imágenes en movimiento, cuando ve lo que ponen en televisión se da cuenta de que todo es publicidad estática y relaciones públicas, que no hay ni un gramo de verdad. Es como la guerra de Irak. Estamos siendo constantemente manipulados".
Teresa 04 Nov. 2008
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