El "Método" era el término dado por Lee Strasberg a un estilo de actuar basado en las enseñanzas de Stanislavski que él desarrolló y promovió por muchos años en el 'Actors Studio' en Nueva York. Era el foco para una generación de actores jóvenes comprometidos con un nuevo estilo experimental de interpretar su arte - seguramente influenciado por la moda de Freud que estaba en su apogeo en ese entonces, y sazonado con un poco de Zen para darle sabor. La idea era situar el actor en el papel guiado por su interpretación emocional en respuesta al carácter y a la situación, más que ser fiel al texto dado. Brando y sus compañeros salieron de esta escuela y hasta Marilyn Monroe le dio una vuelta.
Usted necesita un método
Los artistas, poetas, actores, y compositores de todas las escuelas y períodos tienen sus propios métodos personales de manejar su oficio, su modus operandi - algunos predecibles - otros idiosincrásicos. Un ejemplo curioso de esto fue propuesto en la novela '
Un método es un camino hacia un fin, y hay caminos sin fin que conducen a él. Exhibicionistas como los flashers, streakers, y strippers, tienen muy distintos métodos de revelarse al mundo. Se puede decir lo mismo de los artistas aunque su meta y su motivación sean muy distintas.
Es dificíl hablar del método propio, sobre todo cuando uno no es conciente de él. Generalmente comienzo un trabajo sin absolutamente ninguna idea en mi mente de que estoy a punto de hacer. Con la mente en blanco. Eso para empezar no es nada fácil. Confrontado con el aspecto temible de una tela o una página inmaculada, en vacío, que hace su mejor esfuerzo para intimidarlo a uno, no hay más remedio que atacarla manchándola de alguna manera para poder conseguir trabajar en ella. Entonces comienzo poniendo quizá dos marcas o manchas en el papel o la tela, e intento ver qué pasa entre ellas. Agrego otra y todos los enlaces cambian. Comienzan a suceder cosas entre ellas. Una cosa da pie a otra. Las ideas vienen a jugar y las cosas empiezan a comunicar y a relacionarse. Con la escultura pasa lo mismo. Empiezo jugando con formas y composiciones hasta que algo comienza a cuajar y la pieza me enseña el camino que quiere tomar. Esto es obviamente un método muy arriesgado, y resulta que muchas obras se pierden en el camino, algunas abortan a medio hacer, unas llegan a ser realmente tercas y no quieren cooperar, mientras que otras sencillamente están confundidas. Algunas incluso se ponen en huelga y hay que negociar con ellas. Otras las dejo solas hasta que sienten ganas de encaminarse otra vez. Así lo hago , o por lo menos es así cómo las obras lo hacen conmigo.
Usted tiene que tener un método.
Tengo colegas que utilizan métodos totalmente distintos al crear una obra de arte. Algunos tienen la obra concebida en su mente y totalmente resuelta antes de comenzar en ella, y nada más queda plasmarla en algo. Piense en un escultor que trabaja en un bloque de mármol. La escultura está ya dentro del bloque; es nada más una cuestión de ir tallando el mármol para revelarla. Luego algunos artistas suelen comenzar y terminar una obra en una sola tanda. Otros, (como en mi caso) trabajan en varias obras a la vez, todas en diferentes etapas de elaboración, de la misma manera que un maestro de ajedrez juega contra varios contrincantes simultáneamente. Hay los que trabajan de manera parecida a la de un arqueólogo: saben dónde buscar, pero no saben exactamente qué van a encontrar. Su método es de dar vueltas alrededor del lugar seleccionado hasta que su intuición les dice dónde pueden estar localizados los objetos ocultos. Entonces los excavan cuidadosamente, los destapan, y finalmente los hacen visibles.
El uso del azar como método ha sido un instrumento adoptado con frecuencia en los últimos cien años y que fue convertido en culto por los surrealistas. El uso de elementos del azar y de accidentes como métodos han permitido que la intuición desempeñe un mayor papel en crear obras de arte, y han sido usados por artistas en todos los campos. Escribieron un sinnúmero de teorías críticas que sobre el uso de dos actrices en el mismo papel en la última película de Buñuel, Ese objeto obscuro del deseo, y cómo él había resuelto cuidadosamente la idea brillante de mostrar la dualidad del temperamento y de la naturaleza de la muchacha con este recurso. Pero fue el brillante uso del azar que lo condujo a él. Según me dijo Juan Luis Buñuel, que estaba trabajando en la filmación, habían contratado a la actriz Maria Schneider para el papel principal, pero a los dos semanas de rodaje, resultó imposible seguir trabajando con ella. Otra actriz tenía que ser encontrada rápidamente para reemplazarla. Después de entrevistar a varias candidatas para el papel, se quedaron con dos, pero fueron incapaces de decidir entre una y otra. La presión del tiempo era intensa, pues habían perdido ya demasiado tiempo. Como las discusiones fueron interminables, Buñuel repentinamente dijo ' ¡Basta! - metan a las dos de una vez, y ya vámonos a filmar' . Un momento de inspiración provocado por el azar y captado por el genio de Buñuel.
Una parte importante del método de un artista consiste en definir cuándo una obra de arte se da por acabada. Los expresionistas abstractos dirían que es el estado determinado en que la obra se encuentra cuando dejan de trabajar en ella. Renoir dijo que él sabía que una pintura estaría terminada cuando sentía que él podría pellizcar las nalgas de la imagen del modelo. Con otros acabar una obra sería solamente cosa de rellenar los espacios que quedan en blanco. Hay otros quienes intentan provocar ciertas reacciones en el espectador, cuya participación es necesario para completar la obra. Es por ahí.
Se cuenta con muchas y diversas maneras en que un artista iniciará una obra de arte naciente, pero su motivación básica es siempre la misma. La necesidad de comunicarse. Y para esto se necesita un método. No basta sólo entrar en trance. No es por ahí.
La idea popular de que los artistas se quedan sentados en espera de ser iluminados hasta que les llega la inspiración es tal cliché que es dificíl convencer a la gente que no pasa así. El artista no es como el Sr. Micawber (en David Copperfield), que confiaba eternamente en que 'algo bueno va suceder', o como un atleta sentado que un buen día dice ' hoy me siento inspirado y con las ganas de correr la milla en cuatro minutos', porque si él no está en las mejores condiciones físicas nunca lo va hacer, no importa qué tanto se sienta inspirado. Por supuesto los artistas tienen sus momentos óptimos en que las cosas salen bien sin más ni menos, y resultan buenas obras gracias a ello. Pero siempre hay que estar al tanto y en buena forma para aprovecharlos, porque nunca se puede saber cuándo el momento llegará.
Dickens y Dostoyevsky entre otros escribieron libros por entregas mensuales para las revistas - con las presiones (en otras palabras el pánico) de una fecha fija para terminar que debe ser un estímulo fuerte para ellos y que afecta la trama de su historia. El Marqués de Sade necesitaba la relativa tranquilidad de la cárcel para escribir porque su vida cotidiana de orgías y desmadres no le dejaba mucho tiempo para concentrarse en su quehacer literario.
Hay que ver cuántos métodos diversos se utilizan entre los directores de cine. Woody Allen nunca comunica a sus actores cuál es la trama de la película en que están trabajando, sólo se enteren de sus diálogos referentes al papel que les toca. Él piensa que así sale la actuación más fresca y espontánea. Buñuel no se detenía en hallar ángulos o efectos rebuscados de los emplazamientos de la cámara. Tenía una historia clara para contar y ponía la cámara a contarla. A Fellini le gustaba mucho improvisar, mientras según dicen Hitchcock no se molestaba siquiera en mirar el encuadre a través de la lente de la cámara porque tenía cada detalle y movimiento cuidadosamente resuelto de antemano.
Todos los métodos son válidos mientras sean el mejor instrumento para llevarnos a donde queremos. Un método es una estrategia para alcanzar una meta determinada, y aunque la meta puede variar desde lo sublime hasta lo absurdo, el método puede todavía tener su propio mérito. Tengo un cariño especial por los inventores - sobre todo los que inventan objetos ingeniosos de uso dudoso. Entre tantos que he visto, mi favorito es una bicicleta que puede subir árboles. Este ingenioso invento esta cuidadosamente elaborado con unos ganchos grandes como tenazas afiladas que salen por la rueda delantera. En teoría funciona muy bien, (-Acordémonos del teórico francés que le dice a su colega inglés 'Pues sí, funciona en la practica, ¿pero funcionaría en teoría?) pero el hecho de que el esfuerzo requerido rebasaría la fuerza humana no disuadió al inventor de perseguir su meta. Al llegar al árbol y poner la bicicleta en posición vertical, logra enganchar el tronco, y con un esfuerzo sobrehumano llega a subir unos cuantos centímetros del árbol. Habrá que perfeccionarlo más. También tenemos tenedores motorizados que enrollan el espagueti, eliminando así la necesidad de darle vuelta a la mano, y relojes despertadores que arrancan las sábanas de la cama para que uno no se quede dormido, y así como estos, muchas maravillas más. Estas invenciones pueden hacer pensar ¿porque pierden el tiempo en esto? Pero aunque no fuera la intención, hay que ver la poesía envuelta en ellos.
Hay métodos que se emplean en el arte que son paralelos a estas invenciones, como cuando el viaje creativo se convierte en la meta más que en el destino. Es, por ejemplo, el método básico adoptado por los pintores de la escuela del expresionismo abstracto.
Los métodos también están compuestos en mayor o menor proporciones de tics y supersticiones, elementos irracionales pero necesarios. El gran pintor francés, el Douanier Rousseau, vestía, según dicen, su uniforme oficial de aduanero al pintar sus cuadros, tal vez por respeto a su metier, pero pienso que él no habrá conseguido los mismos resultados vestido con su ropa del diario.
Mi encuentro más reciente con la necesidad absoluta de un método, sucedió hace aproximádamente cuatro años, cuando acababa de firmar un contrato afiliándome a una compañía de seguros médicos en Nueva York. Uno tiene que elegir un médico de cabecera, y por ello la compañía me envió un directorio con una lista de médicos afiliados, de los cuales tenía que escoger uno. Era del tamaño de un directorio telefónico, con millares de nombres. Eligir un medico. ¿Pero cómo? Necesitada un método. ¿Pero cuál? Podría dejar caer el libro al suelo, y buscar un nombre en la página que se había abierto al azar, y luego lanzar un dardo a él desde cierta distancia. O podría, con los ojos vendados, abrir una página al azar y pegar el dedo en un nombre. ¿Qué hacer? El método que finalmente utilicé resulto muy bueno. Pensé que debía buscar el nombre más parecido a Frankenstein. Encontré a un medico llamado Finklestein, y él ahora es mi médico, un doctor excelente y concienzudo.
Mas vale tener un método.
Victoria Leal 07-agosto 2.008