Sofía Loren

Vibrante, rotunda, carnal, enorme, genialmente italiana...así es Sofia Villani Scicolone, más conocida como Sofía Loren, uno de los más grandes mitos que ha regalado el cine al mundo.sofia loren De origen humilde, siempre decía de sí misma “Las dos grandes ventajas que tuve al nacer son haber nacido sabia y haber nacido pobre”, tuvo el coraje de salir adelante en la Italia de la posguerra y llegar a lo más alto, encarnando (nunca mejor dicho) el sueño (y los sueños de los) americanos, convirtiéndose en una de las más glamourosas y elegantes estrellas del cine mundial de los 50 y 60. Alabada aún por su belleza, lo es también por su indiscutible talento para la interpretación.

Ganadora de 2 Oscars continúa trabajando y se encuentra, literalmente
entusiasmada" ante la idea de volver a llevar al cine al director italiano Federico Fellini con el musical "Nine", basado en el clásico "8 1/2", que dirigirá Rob Marshall. "Estoy feliz ante un proyecto como este” Tras la trágica desaparición de su amado esposo, su valedor, mecenas y descubridor, el productor Carlo Ponti, Loren se ha volcado en una importante actividad como embajadora de la ONU en misiones humanitarias. Un mito viviente del cine europeo y mundial que aun ocupa los puestos en los rankings de “los más deseados” y que recientemente ha recibido un nuevo reconocimiento, más emotivo si cabe por serle otorgado “en casa”, el premio a toda una carrera concedido en la segunda edición del Festival de Cine de Roma, que contó con una sección homenaje dedicada a su figura.



sofia lorenSofía Loren vino al mundo el 20 de septiembre de 1934 en el hospital Regina Magerita de capital italiana; hija de la profesora de piano Romilda Villani y del ingeniero Ricardo Scicolone, muy ponto, tras el abandono de éste, se trasladaría junto a su madre y su hermana a Pozzcoli (Nápoles) donde pasaría su infancia. Con la segunda Guerra Mundial como marco histórico, la familia de Sofía adoleció de graves problemas económicos (agudizados por el absoluto desinterés de la figura paterna, que si bien cedió en dar sus apellidos a Sofía, no haría lo propio con su hermana, María) La pequeña Sofía, influenciada quizá por su madre, comenzó a estudiar magisterio, compaginándolo con sus participaciones en varios concursos de belleza en los que, a tenor de sus cualidades, arrasaba sin dificultad. Entre otros resultó elegida Miss Principessa del Mare en 1949, con 15 años, y Miss Eleganzza y Finalista de Miss Italia los años siguientes. Era evidente para todos que el increíble físico mediterráneo de Sofía le abriría muchas puertas.sofia loren

Quizá en venganza al abandono paterno, quizá sólo por motivos profesionales, el hecho es que Sofía se cambió el apellido por el de Lazzaro, y como tal figuraría en los créditos de varias fotonovelas de la época con las que obtendría cierto éxito, llegando incluso a figurar como extra en la exitosa Quo Vadis; pero no sería hasta que se cruzara en su camino el productor Carlo Ponti (más adelante único marido de la actriz y gran amor de su vida) que le llegara el tan ansiado reconocimiento. Eran los años 50. Terminada la Guerra, Italia intentaba levantarse de nuevo; de esta manera Sofía creyó encontrar en ese nuevo mundo que Ponti abría y descubría ante ella una manera de escapar del hambre y la pobreza y de sacar a su familia adelante en la dura posguerra.

Ponti había conocido a la actriz a raíz de su intervención en Aida (1953) y decidió contratarla y hacerse cargo de su formación; demostrando una enorme intuición, el productor se arriesgó con aquella semidesconocida adivinando en ella el talento que más adelante no sólo le enamoraría a él mismo, sino al mundo entero. El nuevo mecenas se encargó de que su pupila aprendiera idiomas, la pulió como actriz y se dispuso a presentarla internacionalmente.

Su carrera como Sofía Loren (volvió a cambiar su nombre artístico por consejo de Ponti) comenzaría oficialmente en 1954 tras conocer a Vittorio De Sica y Marcello Mastroianni. La italiana participó en numerosas comedias y musicales formando una divertida e inolvidable pareja junto al gran Mastroianni, sin embargo, a partir de su matrimonio con Carlo Ponti su estilo cambiaría (nuevamente guiada por su marido, sabio conocedor de la industria) y comenzó a interesarse por proyectos más complejos: películas de aventuras, bélicas y melodramas pasionales. Sofía se casó con Ponti el 17 de septiembre de 1957; juntos tendrían dos hijos, Carlo Ponti Jr. y Edoardo Ponti. El matrimonio fue anulado temporalmente para evitar una demanda legal contra el productor tras acusarle de bigamia para casarse nuevamente en 1966. A pesar de esto Sofía no fue ajena a los rumores que circulaban y que la relacionaban casi siempre con compañeros de reparto, como por ej Cary Grant.sofia loren

Para la segunda mitad de la década de 1950, Loren era ya muy popular en Hollywood, protagonizando películas junto a Frank Sinatra y el mencionado Grant. La actriz firmó un contrato por cinco películas con los estudios Paramount con las que produjo entre otras Deseo bajo los olmos (Desire under the elms, con Anthony Perkins), Houseboat (con Cary Grant) y Heller in Pink Tights, bajo la dirección de George Cukor, en 1960.sofia loren

Tras una irregular carrera Sofía se había ganado el cariño de los italianos que la animaban y alababan, sobre todo cuando participaba en producciones patrias, en las que se sentía infinitamente más libre. En 1960 llegaría por fin la oportunidad de demostrar al mundo su talento y su consagración definitiva; su impresionante trabajo en la película de 1960, Dos mujeres, dirigida por Vittorio de Sica, le valió varios premios, entre ellos el de mejor actriz en los festivales de Cannes, Berlín y Venecia; terminando, como colofón, por alzarse con la preciada estatuilla dorada como mejor actriz en la ceremonia de los Oscar de ese año, siendo la primera en ganarlo con una actuación en lengua no inglesa. No sería la primera vez que optaría a la estatuilla ya que en 1964 sería de nuevo nominada por su papel en “Matrimonio a la italiana”. Más adelante, en 1991, recibiría el Oscar honorífico por su contribución al mundo del cine, y fue declarada uno de los tesoros mundiales del cine.sofia loren

Durante los años sesenta fue considerada el símbolo vivo más importante de su país, una signo de la identidad toscana, pues encarnaba a la perfección la imagen de la italiana de “rompe y rasga”. A pesar de esto, Sofía era considerada no sólo una mujer hermosa, sino también muy aguda; eran frecuentes sus irónicos comentarios haciendo gala de un sutil y fino sentido del humor como los referentes a su dieta "todo lo que ven, se lo debo al spaghetti” o la conocida sentencia “la fantasía del hombre es la mejor arma de la mujer”

En 1980, Sofía Loren tuvo el raro privilegio de actuar como ella misma y como su madre, en una producción para televisión; la película estaba basada en su libro autobiográfico titulado Sophia: su propia historia. Dos años después saldrían a la luz sus problemas con el fisco italiano llegando a ser condenada a 18 días de cárcel por evasión de impuestos (por suerte para ella, este “episodio”, al ocurrir dos años más tarde, no llegó a formar parte del guión de la película de su vida) También mantuvo un pleito con el Estado italiano al intentar evadir su colección de arte tasada en 3.600.000 euros.sofia loren

Ya en sus sesentas, Loren se volvió mucho más selectiva con sus papeles, expandiéndose además, profesionalmente, como buena empresaria hacia otro tipo de negocios: publicando libros de cocina, anunciando anteojos, joyería y perfumes, y siendo incluso la primer actriz en lanzar una fragancia propia. En esta época actuó también en la exitosa Prêt-à-Porter, de Robert Altman, y en la comedia Grumpier Old Men (Dos viejos más gruñones), junto a otra gran pareja, inolvidable, del cine: Walter Matthau y Jack Lemmon.sofia loren

Tras la trágica muerte de su esposo, Carlo Ponti, Loren se retiró parcialmente del mundo del espectáculo dedicándose a sus labores humanitarias como embajadora de la ONU y continúa recibiendo premios y homenajes, como el recientemente concedido por el festival de cine de Roma en reconocimiento a toda su carrera. En este último año ha vuelto a estudiar distintos proyectos con los que volver, en breve, y para alegría de sus seguidores, al cine (está confirmada su aparición en “Nine” el musical de Rob Marshall revisando el clásico de Fellini “Ocho y medio”)

Este mismo mes la italiana ha visitado la ciudad de Burgos con motivo de una exposición sobre El Cid, casi medio siglo después del estreno de la película sobre el legendario caballero castellano que protagonizó junto a Charlton Heston en 1961. "Es volver a un momento mágico de mi vida", confesó la estrella italiana de 73 años, según distintos medios, refiriéndose al papel que interpretó en la película de Anthony Mann como doña Jimena, esposa del guerrero interpretado por Heston.

marcela 28 nov 2008

Vittorio de Sica


Usted es uno de los iniciadores del cine neorrealista italiano. Sin embargo, hasta 1946, año en que oficialmente nace el neorrealismo con Sciuscià y Roma, ciudad abierta, De Sica interpreta y dirige algunas películas que entran dentro de lo que se ha llamado “cine burgués” o “cine fascista”. ¿Cómo juzga usted su participación en este tipo de cine y qué sacó en claro?
V.d.S.: Sí, es verdad que yo nací en pleno cine burgués, en pleno cine fascista, como actor y como director. Era la época llamada de los “teléfonos blancos”, o sea un género de comedia rosa a la italiana y en tiempos fascistas. Pero mis filmes de entonces no eran políticos, como tampoco lo serían aquellos posteriores. Eran de carácter humano y, sobre todo, humorísticos. Mis películas destacaban también algo de ese género fascista: Los hombres, qué sinvergüenzas (1932), que dirigió Mario Camerini, competía con películas fascistas como Los héroes, Los coroneles, en las cuales se proponían héroes dictatoriales. Yo jamás hice héroes fascistas, ni tampoco interpreté a un coronel de esta índole. Por entonces me dedicaba a hacer la sátira del burgués, del pequeño burgués italiano. Mientras interpretaba aquellas películas como actor, veía que el objetivo de la máquina de cine imprimía cosas inútiles. Yo las consideraba inútiles, que no servían para nada. Fue entonces, con la madurez adquirida en aquellos años, ya que había comenzado muy joven la carrera como actor, cuando entró en mí una necesidad de expresarme como hombre en favor de los hombres, con unas ganas y un deseo enormes de decir algo que mereciese la pena. Y así comencé a realizar películas. La primera, de un cierto valor –todavía bajo la época fascista–, fue Los niños nos miran, en 1942, que fue mi primer filme de un cierto carácter neorrealista. Película ésta que fue proyectada entonces en el norte de Italia, en lo que se denominaba la “Republiquina italiana”, sin que figurase mi nombre para nada. Lo habían cancelado porque decían que veían en mí a un cineasta que quería superar un cierto clima, un cierto estilo fascista.

A.G.R.: ¿El neorrealismo es algo original, innato, que nace por sí mismo, o es algo que plantea usted con Rossellini y otros directores de su tiempo para superar los esquemas de aquel cine burgués-fascista?
V.d.S.: En efecto, apenas terminada la guerra hago Sciuscià, que es, sin género de dudas, el primer filme neorrealista junto con Roma, ciudad abierta, de Roberto Rossellini. Nosotros dos fuimos los primeros que iniciamos este estilo, este movimiento. Aunque, pensándolo bien, no se trata ni siquiera de un estilo, porque el “neorrealismo” no fue creado en torno a una mesa o en medio de una discusión. Nació en nosotros, en nuestro ánimo, en la necesidad de expresarnos de forma diversa a como nos habían obligado el fascismo y un cierto tipo de cine norteamericano. Así, de esta rebelión, digamos, nació Sciuscià, y poco después hice Ladrón de bicicletas, con lo que el neorrealismo se convirtió en algo definitivo, válido en el terreno de la expresión cinematográfica o en el del arte, naciendo una forma de espectáculo que sería posteriormente muy apreciada y que acabaría imponiéndose en todo el mundo.

A.G.R.: ¿Después?...
V.d.S.: Después, yo y todos los maestros neorrealistas tuvimos la necesidad de que el neorrealismo se convirtiera en todo lo contrario a una fórmula. La amenaza, ciertamente, existía, por lo que intentamos buscar la manera de aplicar este estilo libre y nuevo a todas las fórmulas de espectáculo. O sea, a la comedia, al cine musical, y yo, particularmente, a la fábula, principalmente a la de los niños. Me encontré por entonces con que había una novela de Cesare Zavattini, Totó el bueno, que me sirvió de guión para hacer una película que titulé Milagro en Milán (1950) y que fue, precisamente, un claro ejemplo de aplicar el neorrealismo a la fábula. Tras ésta volví nuevamente a los viejos esquemas neorrealistas aplicados a la vida de entonces, y volví a este neorrealismo inicial porque la critica de aquellos años vio en mi tentativa una fórmula de involución y no de evolución, por lo que tuve miedo de continuar por ese camino. [...]

A.G.R.: ¿Cómo piensa usted que debe ser un director cinematrográfico? ¿Qué cualidades debe poseer?
V.d.S.: Un director cinematrográfico es siempre el que quiere o intenta ser un sincero intérprete del momento en el que vive. El que interpreta los hechos, los acontecimientos, las necesidades que tiene el cine de hoy de representar la realidad actual. Luego puede ser mejor o peor, pero lo importante es ser honrado y saber reflejar la época en que se vive.

A.G.R.: ¿Y usted?
V.d.S.: Yo pertenezco a un cierto estilo, a una cierta dinámica, a una cierta sociedad. Los directores de hoy pertenecen a esta sociedad, y describen lo que ven a su alrededor. Nosotros, los directores “viejos”, aún resistimos e intentamos seguir como buenamente podemos a esta ola moderna. En parte lo conseguimos, aunque, si quiere que le sea sincero, la mayoría de las veces no lo conseguimos. Luchino Visconti, por ejemplo, ha hecho Ludwig, una película que no cuenta historias de hoy; Fellini cuenta cosas de su infancia; yo cuento historias sacadas de obras literarias. Ahora estoy filmando una sacada de un libro de Pirandello que habla de la retrógrada Sicilia de los primeros años de este siglo; una historia romántica, patética de aquel tiempo. Y hago o hacemos esta clase de películas porque no sentimos como deberíamos sentir los momentos actuales.

A.G.R.: Háblenos ahora de cómo debe ser un actor. ¿Qué características debe poseer?
V.d.S.: El actor es un tema algo complicado. Yo he sido el primero, o uno de los primeros, en hacer uso de los actores no profesionales, no porque no tuviese confianza en los profesionales, sino por otras razones. Los personajes, si se fija, somos millones, no varios millares que será el número de todos los actores profesionales juntos. Los personajes nos diferenciamos unos de otros. Cuando no encontramos al actor que haga el personaje que queremos filmar, debemos encontrar a este hombre –su físico, su modo de hablar, de reaccionar– entre los actores no profesionales; es decir, entre uno cualquiera de esos millones de hombres, de seres humanos que forman la humanidad. Tenemos el caso de Marlon Brando, que hace toda clase de personajes, de lo más diversos, resultando ser siempre un soberbio actor. ¿Será un milagro o una excepción a la regla? Puede. En cualquier caso, que yo sepa, sólo conozco a un Marlon Brando.

A.G.R.: ¿Prefiere, pues, a los actores no profesionales?
V.d.S.: A veces sí. En mi penúltima película, Amargo despertar, eché mano de actores profesionales, simplemente porque los he encontrado que podían adaptarse a los personajes de mi película. Es misteriosa la cosa del personaje, que llega a expresarse incluso con un gesto, o con una manera de sentarse, o con la forma de caminar. En Ladrón de bicicletas, por ejemplo, el personaje del padre, que es un obrero, lo tome de un verdadero obrero, Lamberto Maggiorani. Anteriormente había realizado numerosas pruebas con actores profesionales. El productor Celci –fijese–, a quien le gustaba mucho la trama, me ofreció un millón de dólares para hacer la película (yo apenas si tenía un par de millones de liras –unas doscientas mil pesetas– para invertirlas en ella). Pero Celci me ponía una condición: que el personaje del obrero lo interpretase Cary Grant. Yo me negué, porque Cary Grant no era el personaje. Así que acabé por dárselo a Maggiorani, que era un obrero de la fábrica Breda. El resultado ya lo conoce usted: uno de los mayores éxitos de mi vida.

A.G.R.: Dejemos ahora su vida profesional. ¿Cómo es Vittorio de Sica humanamente, fuera del plató?
V.d.S.: Soy un hombre que ha sufrido mucho, mucho. He tenido una infancia poco feliz. Llegué a comprender en seguida lo que era el sufrimiento humano y he intendado, con mis modestos medios, expresarlo, yendo en defensa de esta humanidad que sufre. Mis películas son hechos humanos realizados con una cierta habilidad profesional y con una cierta alma de artista. Quise decir con mis películas una palabra en favor de la humanidad sufriente, necesitada, con optimismo, creyendo que el cine podría haber influido en la gente, o educarla, aunque de nada ha servido este interés. La humanidad es sorda y ciega y va adelante así. Hay una enorme crueldad en las relaciones humanas. No hay esperanzas, si no es que llega antes algo que cambie la actual situación, o si la humanidad no comprende que por ese camino sólo encontrará el odio y la indiferencia. Será tarea de los jóvenes escritores y cineastas continuar batiéndose por una mayor bondad, por una mayor convicción de que el hombre no se encuentre solo. ¡Ojalá lo consigan! Pero las cosas, desgraciadamente, van cada vez peor. Se multiplican los crímenes, las guerras no terminan, a pesar de que Sciuscià y Ladrón de bicicletas fueron dos películas que hablaban contra la guerra. Así pues, no sirve para nada hacer películas como éstas. Nadie realmente nos escucha, sólo van a divertirse, a pasar un buen rato.

[Publicada en “Ya”. 19 de mayo de 1974.]