Safo


Safo, la mítica poetisa de Grecia, nació en Lesbos, probablemente en Mitilene, en torno al 600 a.C., en una época en que precisamente aquella isla tuvo un papel decisivo en la génesis de la lírica occidental. En la poesía de Safo, la sensualidad, el deseo y la religión se confunden en un afán de búsqueda de un nuevo valor opuesto a los tradicionales: la belleza.
A lo largo de los siglos, autores como Platón, Catulo, Petrarca, Leopardi, Byron o Rilke, entre otros, han admirado su obra.
Hemos conservado tan sólo una pequeña parte de su obra. Las fuentes, por su antigüedad, están muy dañadas, por lo que a veces, tan sólo quedan fragmentos de poemas, que, no obstante, dejan ver el profundo sentimiento que emana de la obra de Safo.

Fragmento 23 P

...........................
pues cuando te miro a la cara creo
que jamás Hermíona fue tan bella
y que no está mal que a la rubia Helena
yo te compare....

Fragmento 36 P

...y echo yo de menos y ansiosa busco...

Fragmento 39 P

... y un hermoso adorno de piel de Lidia
sus pies cubría...

Fragmento 47 P

... me ha agitado Amor los sentidos
como en el monte se arroja a los pinos el viento...

Fragmento 51 P

Qué puedo hacer, no lo sé: mis deseos son dobles.

Fragmento 91 P

Más desdeñosa que tú, Irana, no sé de ninguna.

Fragmento 107 P

¿Quiero guardar todavía mi doncellez?

Fragmento 115 P

¿A quién, novio, podría yo bien compararte?
A un sarmiento flexible de vid te comparo.

Fragmento 121 P

Sigue siendo mi amigo,
pero busca una esposa más fresca;
que vivir no podría contigo
siendo yo la más vieja.

Fragmento 122 P

... a una muchacha yo vi, tierna, que flores cogía...


La literatura, como ejercicio intelectual que es, siempre se ha considerado cosas de varones. Sin embargo, de cuando en cuando, alguna mujer le ha dado por demostrar lo contrario. Estupefactos, sus contemporáneos muchas veces las recibieron con escándalo (Sor Inés de la Cruz), otras sin embargo fueron consideras criaturas casi divinas, es el caso de Safo.

Algunas de estas mujeres, incluso la desdichada Sor Inés, recibieron un piropo facilón y evidente. Que yo sepa, al menos cuatro mujeres fueron descritas como “la décima musa” (supongo que de una a otra ya se había olvidado la anterior). Hoy voy a hablar de la primera de ellas que yo conozca, Safo de Lesbos.

Habrá que empezar reconociendo que poco es lo que se sabe sobre ella. Es más, la Safo histórica está tan entremezclada con la Safo mitológica que resulta complicado separar a una de otra. En algunos de los diccionarios de mitología más prestigiosos (como el de P. Grimmal) Safo y sus mitos tienen su propia entrada.

Y es que, ¡oyes!, no hay muchas mujeres mortales de las que se cuente que compitieron con la mismísima Afrodita por el amor de un varón. Y no por su belleza que, a juzgar por lo que Safo cuenta, debió ser poquita cosa (“bajita y sin gracia” dice en un verso que, posiblemente, se refiere a sí misma).

Apesar de que su contemporáneo y compatriota Alceo dijera “Oh Safo coronada de violetas, sacra, de sonrisa de miel”, es más que probable que el atractivo que parecía disfrutar procediera, como tantas personas, de su ingenio más que de su belleza. Al fin y al cabo, a Safo se le atribuye la máxima “el que es bello mientras se le contempla es bello, pero el que es excelente, pronto será bello también“, un claro antecedente del pensamiento de Sócrates y Platón, por cierto.

La lista de sus supuestas conquistas es innumerable, en su poesía encontramos algunos nombres de amados y amadas. Es a Safo que la isla de Lesbos goza del honor de haber dado nombre a toda una opción sexual.

Pero dejemos de lado (por un momento) los cotilleos y vamos a lo importante: Safo fue capaz de convertirse en una de las principales influencias de la poesía griega y romana. No sólo parece ser la primera en utilizar un tipo de composición que los antiguos llamaron “estrofa sáfica”, sino que sus desenfadados poemas amorosos (y eróticos) podrían ser los que abrieron la puerta a la poesía sentimental. Hasta Safo, la poesía había sido principalmente épica, desde ella (y Alceo, que le tenía un gran respeto a juzgar por el “sacra” que hemos visto más arriba) hasta la actualidad, el amor sería la fuente principal de inspiración poética. No es poco.

Los grandes poetas de la antigüedad elogian a Safo, incluso varios filósofos como Platón que la utiliza para demostrar que la mujer es capaz de alcanzar al hombre en ingenio. Desgraciadamente, nosotros no podemos juzgarla convenientemente ya que apenas sí tenemos algún pequeño fragmento de su obra. Sabemos que en la Biblioteca de Alejandría se compiló una antología de Safo que llenaba nueve libros (quizás diez, la referencia es confusa). Hoy apenas nos quedan fragmentos, retazos de su producción.

La literatura, como ejercicio intelectual que es, siempre se ha considerado cosas de varones. Sin embargo, de cuando en cuando, alguna mujer le ha dado por demostrar lo contrario. Estupefactos, sus contemporáneos muchas veces las recibieron con escándalo (Sor Inés de la Cruz), otras sin embargo fueron consideras criaturas casi divinas, es el caso de Safo.

Algunas de estas mujeres, incluso la desdichada Sor Inés, recibieron un piropo facilón y evidente. Que yo sepa, al menos cuatro mujeres fueron descritas como “la décima musa” (supongo que de una a otra ya se había olvidado la anterior). Hoy voy a hablar de la primera de ellas que yo conozca, Safo de Lesbos.

Habrá que empezar reconociendo que poco es lo que se sabe sobre ella. Es más, la Safo histórica está tan entremezclada con la Safo mitológica que resulta complicado separar a una de otra. En algunos de los diccionarios de mitología más prestigiosos (como el de P. Grimmal) Safo y sus mitos tienen su propia entrada.

Y es que, ¡oyes!, no hay muchas mujeres mortales de las que se cuente que compitieron con la mismísima Afrodita por el amor de un varón. Y no por su belleza que, a juzgar por lo que Safo cuenta, debió ser poquita cosa (“bajita y sin gracia” dice en un verso que, posiblemente, se refiere a sí misma).

Apesar de que su contemporáneo y compatriota Alceo dijera “Oh Safo coronada de violetas, sacra, de sonrisa de miel”, es más que probable que el atractivo que parecía disfrutar procediera, como tantas personas, de su ingenio más que de su belleza. Al fin y al cabo, a Safo se le atribuye la máxima “el que es bello mientras se le contempla es bello, pero el que es excelente, pronto será bello también“, un claro antecedente del pensamiento de Sócrates y Platón, por cierto.

La lista de sus supuestas conquistas es innumerable, en su poesía encontramos algunos nombres de amados y amadas. Es a Safo que la isla de Lesbos goza del honor de haber dado nombre a toda una opción sexual.

Pero dejemos de lado (por un momento) los cotilleos y vamos a lo importante: Safo fue capaz de convertirse en una de las principales influencias de la poesía griega y romana. No sólo parece ser la primera en utilizar un tipo de composición que los antiguos llamaron “estrofa sáfica”, sino que sus desenfadados poemas amorosos (y eróticos) podrían ser los que abrieron la puerta a la poesía sentimental. Hasta Safo, la poesía había sido principalmente épica, desde ella (y Alceo, que le tenía un gran respeto a juzgar por el “sacra” que hemos visto más arriba) hasta la actualidad, el amor sería la fuente principal de inspiración poética. No es poco.

Los grandes poetas de la antigüedad elogian a Safo, incluso varios filósofos como Platón que la utiliza para demostrar que la mujer es capaz de alcanzar al hombre en ingenio. Desgraciadamente, nosotros no podemos juzgarla convenientemente ya que apenas sí tenemos algún pequeño fragmento de su obra. Sabemos que en la Biblioteca de Alejandría se compiló una antología de Safo que llenaba nueve libros (quizás diez, la referencia es confusa). Hoy apenas nos quedan fragmentos, retazos de su producción.

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Esto es lo que queda de una de las creaciones de Safo.

Sabemos que Safo escribió un Himno a Afrodita considerado como su obra maestra y envidiado y exaltado por gran cantidad de eruditos de la Antigüedad. De este himno apenas nos queda un fragmento que empieza así:

Inmortal Afrodita de bien labrado trono, hija de Zeus trenzadora de engaños, yo te imploro, con angustias y penas no esclavices mi corazón, Señora,

De esta forma tan original, Safo inicia un tema que quizás tuviera precedentes, pero no los conocemos. El tema del que no quiere enamorarse más veces e implora tranquilidad para su corazón. Junto al “Déjame en paz, Amor tirano” de Quevedo, este es el único poema que conozo en el que se invoca a una divinidad supuestamente benigna para pedirle que se aleje de uno.

Pero luego sigue:

en vez de eso aquí, si en verdad ya otra vez mi voz oíste desde lejos y me escuchaste y abandonando la mansión del padre viniste, el áureo arro luego de uncir: bellos, veloces gorriones te trajeron sobre la tierra negra batiendo con vigor sus alas desde el cielo por en medio del éter. Resto llegaron: y tú, diosa feliz, sonriendo con tu rostro inmortal me preguntabas qué me sucedía y para qué otra vez te llamo qué es lo que en mi loco corazón más quiero que me ocurra:

La diosa, maternalmente, se sonríe de la súplica de Safo sabiendo bien que, en el fondo, el que pretende no querer enamorarse es porque en el fondo lo necesita.

“¿A quién muevo esta vez a sujetarse a tu cariño? Safo, ¿quién es la que te agravia? si ha huido de ti, pronto vendrá a buscarte; si no acepta regalos, los dará; si no te ama, bien pronto te amará aunque no lo quiera”

Aquí descubrimos que la persona de la que Safo está enamorada es una mujer. Y Afrodita le promete su ayuda, que Safo acepta para que al final el amor, Afrodita, salga vencedora:

en, pues, también ahora, líbrame de mis cuitas rigurosas y aquello que el corazón anhela que me cumplas, cúmplemelo y tú misma sé mi aliada en la batalla.

El tema de la homosexualidad (más bien bisexualidad) de Safo ha sido muy debatido. Estúpidamente en mi opinión, ya que no creo que haya motivo para mucha discusión, la bisexualidad de su poesía es más que manifiesta. Algunos expertos han tratado de “defender” a Safo (ya se sabe que hay gente que considera un insulto ser bisexual). Para ello han aducido que las referencias a sus amantes femeninas bien podrían ser muestras de amistad exajeradas (aunque a mí versos como “durmiendo sobre el pecho de mi tierna amiga” me inclinan a pensar que no es así) y han utilizado argumentos tan ridículos como que Platón puso a Safo como ejemplo de persona virtuosa, olvidando que la “virtud” para Platón no era lo mismo que la cultura de tradición judeo-cristiana que nos rodea. Platón también consideraba a Sócrates un hombre virtuoso, apesar de que este hiciera cosas como masturbarse en público.

Si me veo tentado a remarcar que la bisexualidad de Safo me parece muy conveniente en la mentalidad griega de por entonces. Hoy existe una cierta tendencia a suponer que la poesía es cosa de mujeres o de varones homosexuales, es posible que los griegos pensaran justo lo contrario. Por otra parte, si se esperaba de un hombre ingenioso y virtuoso que manteniera relaciones con mujeres y muchachos ¿no es lógico pensar que una mujer destacada debiera tener inclinaciones sexuales semejantes?

Parece ser (o quizás no, sabemos muy poco) que Safo dirigió una especie de escuela de señoritas de donde saldrían varias de sus amantes. De ser cierto, Safo sería un muy interesante precedente de los sabios que un siglo más tarde educarían a las élites (varoniles) de la Hélade y que alcanzarían su punto más conocido con la Academia de Platón. Algunos de sus versos podrían estar relacionados con sus relaciones amorosas con las jóvenes muchachas a las que instruía “Lucero de la tarde, te traes todas las cosas que la Aurora brillante hizo salir de casa: traes la oveja, traes la cabra, traes la hija lejos de su madre.”

Esto siempre es según la interpretación que hicieron los eruditos de la antigüedad (y que escribieron siglos tras la muerte de Safo). Es posible que en realidad no haya existido ninguna escuela. También nos cuentan estos antiguos sabios que existía una competidora, una mujer llamada Andrómeda, detestada por Safo que tenía su propia escuela y debía ser más hermosa aunque menos ingeniosa. Lo que es peor, la competidora sería capaz de enamorar y llevarse a algunas de las protegidas de Safo. Algunos de los versos conservados hacen referencia a esta especie de competición entre ambas mujeres: “De nuevo Eros que desata los miembros me hace estremecerme, esa pequeña bestia dulce y amarga, contra la que no hay quien se defienda [...] Atis, has cobrado aborrecimiento a acordarte de mí y vuelas hacia Andrómeda” (Eros es el equivalente a Cupido, el dios que influye sobre los enamoramientos y, en este caso, los celos)

Los celos es un asunto recurrente en la poesía de Safo, “¿Qué rústica hechiza tus sentidos [corrompido] llevando un rústico vestido [corrompido] sin saber elevar su borde sobre los tobillos”. Y este desprecio que se trasluce sobre sus competidoras también resulta frecuente, como en el siguiente fragmento dedicado, posiblemente, a la ya mencionada Andrómeda: “Una vez muerta, yacerás en la tierra y no habrá recuerdo tuyo ni añoranza ya más: no tienes parte de las rosas de Pieria, sino que ignorada también en la mansión de Hades errarás revoloteando entre las sombras de los muertos” Andrómeda no estaba dotada para la poesía (no tenía parte de las rosas de Pieria), así que no será recordada tras su muerte tal y como sería recordada ella.

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Alceo y Safo en una cerámica ateniense. No debe sorprendernos la presencia del arpa, en aquellos tiempos, como ahora, casi toda la poesía que se hacía era cantada. Por eso en muchos sitios se habla de “lírica” en vez de “poesía”.

Compuso Safo también varias canciones (probablemente toda su composición fuera en forma de canciones) de boda. Este tipo de canciones han sido de corte picante en infinidad de culturas desde que se tiene memoria. Desgraciadamente no sabemos si era el caso de las bodas griegas antes de Safo o si fue ella la que inauguró esta moda con versos como estos:

(cantan las amigas de la novia, hablando de la novia): “Como la manzana dulce se colorea en la rama más alta, la más alta en la más alta, de ella se olvidaron los cosecheros de manzanas. Pero no es que la olvidaran, es que no pudieron alcanzarla”

Pero el tiempo hace mella en todo tipo de mortal, incluso en aquella que compitió contra Afrodita por un varón. Pero Safo, siempre despreocupada, en vez de lamentarse por la juventud perdida como el Néstor de Homero, parece mostrar una especie de resignación no exenta de cierta amargura: “Sigue siendo amigo mío ybúscate un amujer más joven: pues no podré vivir contigo siendo yo más vieja”

O el siguiente verso que, quizás, sea una referencia a su vejez “pasa el momento” o igual no, dificil saberlo con lo que tenemos: “Se ha puesto la luna y las Pléyades: es la media noche: pasa el momento, y yo duermo sola”

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Cuenta la leyenda que, tras ser derrotada por Afrodita al buscar el amor de Faón, Safo se arrojó de la roca de Léucade, quedando esta consagrada como lugar donde suicidarse si eres un enamorado desdichado.


Marcela 16 Nov. 2008