Boris 24 agosto 2008.
H.G. Wells
Boris 24 agosto 2008.
Fritz Lang 2
Director: Fritz Lang
Intérpretes: Brigitte Helm, Rudolf Klein-Rogge, Alfred Abel, Gustav Frohlich.
En el año 2000 y en la ciudad de Metrópolis la sociedad está escindida en dos clases, los que tienen el poder y los medios de producción, que viven en lujosos rascacielos y los trabajadores, condenados a un duro trabajo y a vivir en condiciones infrahumanas.
Freder (Alfred Abel), el hijo de Joh Fredersen (Gustav Frohlich), la persona que controla la ciudad a su voluntad, descubrirá los duros aspectos laborales de los obreros y simpatizará con sus propuestas reivindicativas, enamorándose de María (Brigitte Helm), una especie de santa venerada por los trabajadores que aconseja el amor y la no violencia para solucionar sus problemas. El malvado Fredersen, que contempla el discurso de Maria junto al inventor Rotwang (Rudolf Klein-Rogge), le encarga la fabricación de un robot idéntico a la muchacha para que la sustituya y propague un mensaje de violencia.
Un título mítico del gran maestro alemán Fritz Lang, cuya deslumbrante estética (que ha influido notablemente a lo largo de la historia del cine, por ejemplo en "Blade Runner") resulta mucho más valiosa que su contenido, que emulsiona de manera confusa y con una disposición expresionista (genial labor de Karl Freund, el futuro director de "
"Metrópolis" adapta una novela de la esposa del propio Lang, Thea Von Harbou, y supuso el proyecto más caro y ambicioso de la famosa productora UFA.
Las dramatizadas interpretaciones han quedado un tanto arcaicas y su trama, iniciada de manera magistral, con unas hipnóticas imágenes que plasman de manera escalofriante la alienación de la masa isomorfa en un mundo deshumanizado, deviene finalmente en un cándido idealismo poco satisfactorio.
No obstante, este histórico film sigue maravillando con su magistral aspecto visual, sus personajes metafóricos y unas inolvidables caracterizaciones de Rudolf Klein-Rogge (quien se casaría posteriormente con Von Harbou, cuando ambos, al contrario que Lang, abrazaron con simpatía el nazismo) y de Briggite Helm, toda una superestrella en su época.
El corazón de las tinieblas
El corazón de las tinieblas
Hace unas semanas
La revisión de la película me hizo rebuscar en la biblioteca el conocido relato, hasta dar con la preciosa edición que hace años editó Valdemar con traducción del especialista Dámaso López García, y que ofrecía además los otros dos relatos con abren y cierran, de algún modo, la historia de Marlow. Los tres relatos que integran las páginas del libro El Corazón de
Como explica el espléndido traductor Dámaso López García en un prólogo construido todo él sobre inteligentes observaciones, fue el propio Conrad quien admitió en su correspondencia la clara relación existente entre las tres historias, al señalar que éstas vienen a representar las edades del hombre: juventud, madurez y vejez respectivamente, estableciendo un lazo de unión entre las tres piezas que de ninguna manera pueden obviarse. Sin embargo, Dámaso López nos advierte que sería un grave error leer estos cuentos sólo como una alegoría de esos tres momentos en la vida del hombre.
Estoy de acuerdo con él. El estilo con el que están escritos estos relatos es de tal riqueza que facilita una gran diversidad de acercamientos e interpretaciones, desde la más apegada al hilo de los simples hechos narrados, a la más especulativa en torno a temas como la civilización, la memoria, la honestidad, la soledad o la muerte. Depende de la madurez y capacidades del lector el que la lectura discurra por una determinada senda.
La propia evolución intelectual y vital posibilitará a lo largo del tiempo muy diferentes acercamientos a este volumen de relatos, algo que si bien puede aplicarse a casi cualquier otro libro, adquiere para éste matices ejemplificadores. El trato con estas historias de Conrad es una inversión cuyos réditos no dejarán de cobrarse a lo largo de toda la vida.
Llegados a este punto, no quisiera perder por completo de vista el asunto que hasta aquí nos ha traído. Es decir, la recomendación de un libro destinado a un público juvenil. En este sentido, creo que ha quedado suficientemente claro que las narraciones que integran El corazón de las tinieblas..., dadas la gran riqueza de asuntos abordados y sus distintas posibilidades interpretativas, junto al decisivo hecho de presentar historias dentro de un contexto marítimo y aventurero, ofrecen en principio muchas posibilidades para interesar a aquellos jóvenes decididos a embarcarse -y nunca mejor dicho- en lecturas que comportan ya bastantes exigencias.
De todas formas, Juventud es sin duda el relato que desde la ortodoxia presenta más puntos directos de contacto con los jóvenes. Se nos cuenta el viaje en un viejo barco de vapor -desde Inglaterra a Bangkok (Oriente como metáfora de lo maravilloso por descubrir), del joven oficial Marlow, personaje que con veinte años más a cuestas protagonizará después El corazón de las tinieblas. A todas luces se trata de un viaje iniciático (un viaje que, como escribe Conrad, bien puede servir de explicación de la vida), cargado de acontecimientos que ponen a prueba la divisa del viejo barco, "Triunfar o morir", divisa que, como es evidente, el joven Marlow hace suya inmediatamente, y con él, por extensión, toda juventud merecedora de tal adjetivo. El final de viaje, con el simbólico hundimiento del vapor envuelto en llamas y en alta mar, significa el término de la juventud de Marlow, su definitivo ingreso en la madurez, y la constatación de que todo (la juventud, la fuerza, la aventura, las ilusiones...) acaba sin remisión: a todo le aguarda su propia muerte.
"¡Esto es todo lo que ha quedado!" -exclama Marlow al concluir su juvenil andanza- "Un momento tan sólo: un momento imborrable, de aventura, de encanto, ¡ah, la juventud...! El destello del sol sobre una costa desconocida, un momento para recordar, un momento para suspirar, y... ¡adiós!, noche. ¡Adiós!". Sí, la juventud es un momento tan sólo, un momento que, Conrad nos lo recuerda en este imprescindible libro, va desvaneciéndose mientras se le espera.
Juan Antonio Gonzalez. www.ojosdepapel.com