Billy Wilder


Condensar en unas pocas líneas una carrera de seis décadas de trabajo cinematográfico es una tarea muy compleja, la de Billy Wilder (Sacha, Austria 1906 - Los Angeles, EEUU 2002) es única, tan intensa como brillante.

Guionista genial, productor y director excepcional, culto, inteligente y con un agudo y ácido sentido del humor, Wilder supo impregnar su fuerte personalidad a su obra cinematográfica.

Austriaco de nacimiento, se traslada muy joven al interesante Berlín de los años veinte para continuar su carrera periodística. Su buen hacer como escritor le lleva a escribir guiones para el que tal vez era en ese momento el más prestigioso estudio de cine de Europa, la UFA.

En sus platós se fraguaba desde los años diez el expresionismo como nueva forma cinematográfica y los directores Lubitsch, Murnau o Fritz Lang, el gran director de fotografía Karl Freund o los actores Pola Negri y Emil Jannings entre otros, no sólo hacían grande al cine alemán sino que marcaban una época importantísima en la historia del cine mundial.

Cuando el panorama político de Alemania cambia en la década siguiente debido a la subida al poder del nacionalsocialismo, Wilder abandona Alemania, como lo habían hecho anteriormente Lubitsch o Lang, y se estrena en Francia como director con Curvas peligrosas (Mauvaise graine, 1932). Sin embargo su carrera en este país sólo dio como fruto esta única película. Wilder soñaba con trabajar en Hollywood y a partir de los años cuarenta cumplió su deseo y desarrolló en tierras americanas el resto de su carrera.

Muchos lo consideran el mejor guionista de la historia del cine. Fue un maestro como dialoguista y como creador de personajes. Alguno de ellos son ejemplos de su gran genio como escritor, el de Phyllis Dietrichson (Barbara Stanwyck) la femme fatale de Perdición (Double Indemnity, 1944), Norma Desmond (Gloria Swanson) la recluida estrella de cine mudo de El crepúsculo de los dioses (Sunset Blvd., 1950), Joe/Josephine (Tony Curtis) y Jerry/Daphne (Jack Lemmon) el delirante dúo masculino/femenino de Con faldas y a lo loco (Some Like It Hot, 1959) o el solitario C.C Baxter (Jack Lemmon) de El apartamento (The Apartment, 1960).

Colaboró con dos guionistas de excepción; durante los años cuarenta con Charles Brackett, con el que escribe entre otras, El mayor y la menor (The Major and the Minor, 1942), Días sin huella (The Lost Weekend, 1945) o la magnífica El crepúsculo de los dioses. Con Brackett también escribe guiones para otros directores, Mitchell Leisen, Dieterle, Howard Hawks o Lubistch. Para este último escriben dos joyas cinematográficas Ninotchka (id., 1939) y La octava mujer de Barbazul (1938).

Durante los años siguientes trabajó con el gran guionista I.A.L. Diamond. Con faldas y a lo loco, El apartamento y Uno, dos, tres (One, Two, Three, 1961), entre otras, son fruto de esta colaboración, en los que pudieran ser los mejores y más fructíferos años de su carrera.

Su labor como director es inseparable de su trabajo como guionista. Su gran sentido y sencillez para trabajar la comedia, su habilidad única para la dirección de actores y su ácida visión de los problemas humanos y sociales (es el único que aborda temas tabú en el Hollywood de los años 40 y 50 como el sexo, que hace más explícito, la mordaz crítica al mundo de cine o su «crítica a las costumbres privadas y públicas norteamericanas»...) (1) le han convertido en el primer director de la comedia "moderna".

De su maestro, Ernst Lubitsch, por quien sentía un enorme respeto y admiración, aprendió que el cine nunca debe aburrir y cuando se trabaja la comedia cada escena ha de ser hilarante.

Quién no recuerda a Marilyn Monroe mientras el aire del metro levanta su falda en La tentación vive arriba (The Seven Year Itch, 1955), a Jack Lemmon quejándose de sus tacones a Tony Curtis mientras caminan por la estación de tren en Con faldas y a lo loco, a Jack Lemmon escurriendo los spaghettis en una raqueta de tenis en El apartamento o a un desaforado James Cagney gritando «¡Uno, dos, tres!» en la película de igual título.

Wilder, sin embargo, abordó variedad de géneros, algunos con notable éxito, como el cine negro. En su filmografía encontramos joyas como Perdición que se ha convertido en un clásico del género o Testigo de cargo (Witness for the Prosecution, 1957), película basada en el libro del mismo título de la escritora británica Ágatha Christie y protagonizada por un maravilloso Charles Laugton y Marlene Dietrich en una de las mejores interpretaciones de su carrera. También realizó películas románticas como Sabrina (id., 1954), quizás su trabajo más amable, o películas donde abordaba la rancia decadencia del mundo de Hollywood como El crepúsculo de los dioses con un papel hecho a medida para una magnífica Gloria Swanson o Fedora (id., 1978), una de sus últimas obras.

Para Wilder «...hacer una película es presentarse delante del telón del escenario y decir: He inventado un juego nuevo. Estas son las reglas. Juguemos juntos» (2)

Sus reglas eran para todos los públicos, sus películas para un público inteligente.

Pocas carreras han sido tan sólidas como la de Wilder. En la historia del cine se han dado pocos talentos como el suyo, excepcional, inteligente, lúcido y brillante. Quizás, Chaplin, Lang, Bergman o Renoir serían ejemplos comparables.

«William Holden: – Usted es Norma Desmond, de las películas mudas, era una estrella.
Gloria Swanson: – ¡Y grande! Pero el cine ya no lo es.
» (3)

Efectivamente, el cine actual ya no lo es o no lo es en la misma medida. Grande, porque guionistas como I.A.L. Diamond o Charles Brackett, directores de fotografía como Charles Lang o John F. Seitz, músicos como Victor Young, Franz Waxman o Miklós Rózsa y actores como Charles Laughton, Barbara Stanwyck, Gloria Swanson, Jack Lemmon, Fred MacMurray y un largo etc, pusieron su gran talento a disposición de Billy Wilder (productor/guionista/director) y por suerte de nosotros, el público.

Marcelo 24 oct.2008