El bebé de Rosemary



El bebé de Rosemary (1968) fue una de las primeras películas que tocaron el terror sobrenatural como algo subyacente en nuestro mundo cotidiano. También fue la primera película en inglés del director Roman Polanski, y componente, junto con El exorcista (1973) y La profecía (1976), de lo que se conoce como la Santísima Trinidad del cine con el Diablo como protagonista (el término es contradictorio, lo sé). Sin embargo, más allá de su temática, la verdad es que muy poco tiene que ver esta cinta con las dos anteriormente mencionadas. Mientras que las de William Friedkin y Richard Donner son cuentos de horror en todo el sentido de la palabra, El bebé de Rosemary es un thriller de cocción muy lenta en el que se nos oculta casi todo, jugando más bien con el miedo a lo que no vemos y a la paranoia que se forma en el espectador a lo largo de las vicisitudes de la frágil Rosemary Woodhouse. En este sentido, la película forma una trilogía perfecta con otros dos terrores de apartamentos dirigidos por Polanski: Repulsión (1965) y El inquilino (1976).
Basándose en la novela de Ira Levin, la película (que está producida por un atípico William Castle) comienza cuando Rosemary (Mia Farrow) se muda junto a su joven esposo Guy (John Cassavetes) a un gigantesco edificio de apartamentos. El sitio que han conseguido es una auténtica ganga, un inmueble enorme que está disponible gracias a la muerte de su dueña. Esta apacible mudanza, hecho cotidiano como pocos, tiene sin embargo un detalle siniestro que en un principio pasa inadvertido: un pesado mueble ha sido colocado bloqueando la puerta de un armario. Sin embargo, nada parece salirse de lo normal, hasta que Guy, actor de poca fortuna profesional, entabla amistad con los Castevet, sus senectos y excéntricos vecinos que van mostrando cada vez mayor interés en su vida y en la de la frágil y sumisa Rosemary. Una de las cosas más interesantes de la película es que está narrada en su integridad desde un solo punto de vista. En ningún momento el espectador ve o sabe algo que no vea o sepa la propia Rosemary, y eso precisamente hace crecer la sensación de que la mayor parte de la trama se va tejiendo a nuestro alrededor sin que nosotros lo sepamos. En este sentido Mia Farrow está clavada como el ama de casa vulnerable y hasta un tanto ingenua que poco a poco se deja envolver por este misterio (esto me hace preguntarme, además, si no habrá cambiado un poco la reacción del público ante el personaje a lo largo de los años: Rosemary se muestra tan sumisa y con tan poco carácter que no es de extrañar que a muchos hoy en día les parezca algo cargante). Como sucede con casi todo el cine de Polanski, la trama se resuelve lentamente sin una predominancia de intensidades dramáticas o de acción, aunque es innegable que en, el caso que nos ocupa, la historia va en un casi continuo crescendo hasta su ya clásico clímax. Asimismo, el centro neurálgico de la película bien podría ser esa larga secuencia onírica en la que Rosemary participa del principal meollo de la trama. El bebé de Rosemary es, asimismo, una de las películas que mejor ha retratado el oscuro pero fascinante mundo de la brujería y el ocultismo, lo que ha dado lugar a un buen puñado de leyendas y rumores acerca de su realización (1). Este retrato está logrado no sólo a través de su historia, sino también gracias a ese enorme y misterioso edificio en el que transcurre casi la totalidad de la acción. Lejos del ambiente gótico y "oscuro" que suele impregnar este tipo de tramas, la cinta de Polanski traslada el misterio sobrenatural a un ambiente urbano luminoso, familiar y cotidiano, lo que hace que el contraste con el final sea aún más contundente. Decir que ya no se hacen películas como esta no es simplemente un acto de esnobismo cinéfilo. Ni siquiera el propio Polanski lograría repetir con tanto acierto la fórmula que hizo de esta cinta un clásico por mérito propio. Prácticamente todos los que visiten esta página seguro la habrán visto, pero si no es así, entonces su visionado es más que recomendable: es obligatorio (2)

Sentencia: 4,5 (1) Uno de los más conocidos es aquel según el cual Anton LaVey (fundador y líder de la Iglesia de Satán y autor de la "Biblia Satánica") participó como asesor técnico de la película e incluso llegó a interpretar el "papel principal" en la secuencia onírica de Rosemary. Este rumor resultó ser, evidentemente, falso.
(2) Por cierto, la película también es famosa por ser la más desgraciada víctima de los traductores españoles de títulos, que no solamente le otorgaron uno que resultaba horrendo (y que no repetiré aquí) sino que además revelaba el mayor misterio de la trama. Hoy en día todos conocen dicho misterio, pero para ese entonces no era así. A manera de venganza, he decidido colocar el título literal (y mucho más apropiado) con el que se conoce la cinta en Hispanoamérica.


Boris 07 sept.2008 sacado de www.horasdeoscuridad.blogspot.com