Denis Arkadievich Kaufman (1896-1954), conocido en la historia del cine como Dziga Vertov, es uno de los autores más importantes e influyentes de la historia del cine. Su doctrina radicaba en la idea de que el cine proletario debía basarse en la verdad y presentar fragmentos de la realidad actual reunidos con un sentido. Seguía el manifiesto de vanguardia denominado Futurismo, que glorificaba el clamor y el ritmo de las máquinas, el dinamismo de un mundo que estaba pasando por profundos cambios. Todo esto lo plasmó en su obra fílmica.
Con 22 años, Vertov se encontraba en el centro mismo de una vertiginosa operación. Convertido en técnico de montaje, a su modesta mesa llegaban temas de todos los frentes. Rusia estaba en guerra y él compilaba material para realizar los primitivos noticiarios. En las películas, además del ejército alemán, aparecían las fuerzas invasoras aliadas (norteamericanas, británicas y francesas), que intentaban sofocar la Revolución Rusa. La tarea de Vertov consistía en reunir, seleccionar y ordenar el material que llegaba a su mesa de montaje, enviarlo de vuelta con subtítulos y organizado con sentido. Sin descuidar su labor en el noticiario, Vertov compiló largos documentales como Aniversario de la Revolución (1919).
Esta tarea, unida a sus firmes convicciones sociales y futuristas y con el apoyo de Lenin, le llevó a crear la serie de noticiarios Cine-Verdad (1922), donde presentaba documentales extensos. En Cine-Verdad se trataban varios asuntos. Rara vez eran espectaculares y esto constituía una cualidad esencial: el drama se revelaba en "la prosa de la vida". El asunto podía ser "chabacano", pero el modo de tratarlo era vivaz, vigoroso y a veces, gracioso.
Las ideas y métodos de la serie Cine-Verdad se aplicaron en varios documentales de largometraje, entre los que se contaban: Cine-Ojo (1924), ¡Adelante, soviéticos! (1926), Una Sexta Parte del Mundo (1926) y El Undécimo Año (1928). De entre estas obras, destaca el gran éxito de Una Sexta Parte del Mundo. Mientras recogía los éxitos internacionales por estas obras, su posición de autor cinematográfico en la industria soviética decaía.
Pero en un momento en que la idea experimental se encontraba en franca decadencia, Vertov se atrevió a realizar una obra que contravenía la idea formal que imperaba. Por ella sería reconocido y recordado, tanto por la Unión Soviética, como por la industria internacional. Hablamos de El Hombre de la Cámara (1929), película representativa de la vanguardia artística cinematográfica. Se trata de un auténtico prodigio de la técnica del montaje y un claro homenaje al documentalista, al camarógrafo que se mezcla con la gente, con la multitud, en pro de obtener sus imágenes. Es el máximo exponente del movimiento Cine-Ojo y también su canto del cisne. Apartado por la cúpula gobernante en Rusia, Vertov terminará sus días como comenzó: en una mesa de montaje de noticiarios.
La influencia de este magnífico director, adelantado en muchas décadas a su tiempo, se continúa viendo en las obras experimentales actuales. La obra de Dziga Vertov, y la de aquellos influidos por él sirvió incuestionablemente de propaganda para el gobierno soviético a principios y mediados de la década de 1920. Sin embargo, ellos no se consideraban propagandistas, creían ser reporteros y que cumplían su misión de encontrar y comunicar hechos reales, En esta época a nadie se le ocurría todavía que pudiera haber un conflicto real entre las obligaciones de un periodista y las exigencias doctrinarias. Había terminado un período de oro, breve como muchos renacimientos en las artes, y el centro de atención se desplazó a otras esferas, en este caso más artísticas.
Esta tarea, unida a sus firmes convicciones sociales y futuristas y con el apoyo de Lenin, le llevó a crear la serie de noticiarios Cine-Verdad (1922), donde presentaba documentales extensos. En Cine-Verdad se trataban varios asuntos. Rara vez eran espectaculares y esto constituía una cualidad esencial: el drama se revelaba en "la prosa de la vida". El asunto podía ser "chabacano", pero el modo de tratarlo era vivaz, vigoroso y a veces, gracioso.
Las ideas y métodos de la serie Cine-Verdad se aplicaron en varios documentales de largometraje, entre los que se contaban: Cine-Ojo (1924), ¡Adelante, soviéticos! (1926), Una Sexta Parte del Mundo (1926) y El Undécimo Año (1928). De entre estas obras, destaca el gran éxito de Una Sexta Parte del Mundo. Mientras recogía los éxitos internacionales por estas obras, su posición de autor cinematográfico en la industria soviética decaía.
Pero en un momento en que la idea experimental se encontraba en franca decadencia, Vertov se atrevió a realizar una obra que contravenía la idea formal que imperaba. Por ella sería reconocido y recordado, tanto por la Unión Soviética, como por la industria internacional. Hablamos de El Hombre de la Cámara (1929), película representativa de la vanguardia artística cinematográfica. Se trata de un auténtico prodigio de la técnica del montaje y un claro homenaje al documentalista, al camarógrafo que se mezcla con la gente, con la multitud, en pro de obtener sus imágenes. Es el máximo exponente del movimiento Cine-Ojo y también su canto del cisne. Apartado por la cúpula gobernante en Rusia, Vertov terminará sus días como comenzó: en una mesa de montaje de noticiarios.
La influencia de este magnífico director, adelantado en muchas décadas a su tiempo, se continúa viendo en las obras experimentales actuales. La obra de Dziga Vertov, y la de aquellos influidos por él sirvió incuestionablemente de propaganda para el gobierno soviético a principios y mediados de la década de 1920. Sin embargo, ellos no se consideraban propagandistas, creían ser reporteros y que cumplían su misión de encontrar y comunicar hechos reales, En esta época a nadie se le ocurría todavía que pudiera haber un conflicto real entre las obligaciones de un periodista y las exigencias doctrinarias. Había terminado un período de oro, breve como muchos renacimientos en las artes, y el centro de atención se desplazó a otras esferas, en este caso más artísticas.
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