Montaje cinematográfico 2

Breve historia del montaje cinematográfico


Dicen los expertos que el cine es montaje, y no les falta razón. En los inicios del cinematógrafo, los hermanos Lumière o Thomas Alba Edison se dedicaban a registrar con sus rudimentarias cámaras cosas que les llamaban la atención. Plantaban su cámara, le daban vueltas a la manivela y grababan, por ejemplo, la llegada de un tren a una estación hasta que se quedaban sin película. El cinematógrafo, así utilizado, no tenía ningún futuro, y ellos mismos lo sabían y así lo hacían saber.

Sin embargo, hubo quien no estaba muy de acuerdo con aquel punto de vista.

Edwin S. Porter, ayudante de Edison, experimentó con la película y pensó en contar una historia empalmando diferentes escenas. Algunos eran escépticos en ese sentido y no estaban seguros de que el público fuera a comprender la progresión narrativa de la historia. Sin embargo, funcionó. No sólo todo resultaba comprensible sino que además se añadía una fuerte componente drámatica, pues se podía manipular al espectador para que experimentase diferentes sensaciones dependiendo de cómo se realizara el montaje. Las dos primeras obras de Porter, ambas de 1903, son un claro ejemplo del nuevo uso que se había propuesto para el cinematógrafo. En The Life of an American Fireman se utilizó por primera vez el corte entre escenas que suceden paralelamente:



En The Great Train Robbery aparece la famosa escena final de un pistolero disparando mientras apunta hacia fuera de la pantalla:

Los resultados fueron muy buenos y con Porter dio comienzo la verdadera historia del cine. En los siguientes 25 años todo quedaría establecido en lo referente al montaje y, por lo tanto, en lo referente al cine.

Unos años después de Porter, D.W. Griffith se convirtió en el primer gran cineasta. Estableció todas las reglas del montaje clásico que dieron como resultado el concepto de montaje transparente. ¿Su objetivo? Pasar desapercibido. Se buscaba que el público no se diera cuenta de que la película está montada, dando una sensación de continuidad cercana a la realidad. Es el paso más importante a la hora de engañar al público haciéndole creer que los acontecimientos se suceden continuadamente.

Para poner en práctica el montaje transparente es importante situar los puntos de corte entre planos en movimientos de los personajes, miradas y cualquier tipo de elemento que permita empalmar el siguiente plano de forma que la acción parezca continuada. Debemos tener en cuenta que la gran mayoría de las producciones cinematográficas se ruedan con una única cámara, por lo que los diferentes ángulos sobre los que se rueda una misma escena son registrados sobre diferentes acciones que en pantalla deben parecer una única. Entre las obras más importantes de Griffith encontramos The Birth of a Nation (1915) y Intolerance (1916)[1].

Ambas películas son superproducciones de la época en las que participaban miles de extras, que suponían meses y meses de trabajo y que están consideradas como dos de las más grandes obras maestras de la historia del cine. Griffith, 20 años después de la invención del cine, dominaba a la perfección su técnica y era capaz de presentar todo dtipo de trucos de montaje sin hacer que el espectador se perdiese. Algunas de las escenas de sus películas han pasado a la historia, como la recreación del asesinato de Lincoln en The Birth of a Nation:

Una escena que, por cierto, fue homenajeada por Alfred Hitchcock en El Hombre que Sabía Demasiado.

El montaje transparente es el montaje clásico del cine norteamericano pero, sin embargo, no es el único paradigma de montaje que existe. Todavía en la época del cine mudo, los cineastas rusos tenían una concepción del montaje totalmente diferente. Para los pioneros rusos como Eisenstein o Vertov, el montaje debía ser palpable para el espectador, pues debía quedar claro que se estaba viendo una película y no la realidad.

Eisenstein concebía el montaje como un conflicto entre dos imágenes y así es como lo trataba en sus películas que, dicho sea de paso, tenían un fuerte contenido ideológico. Sus obras Acorazado Potemkin y Octubre son dos de las películas más importantes del cine ruso; ambas fueron dirigidas por Eisenstein y en ambas el montaje al estilo ruso queda patente.

Acorazado Potemkin:

Octubre:

La escena de la escalera de Odessa en Acorazado Potemkin es, por ejemplo, un a clara muestra de lo que los rusos entendían por montaje:

Eisenstein va y viene por la escalera mostrando el drama, haciendo que los planos entren en conflicto, con un montaje que no se esconde, llegando al punto de introducir inconsistencias en los movimientos de los personajes.

En esta otra escena de la película Octubre, todavía es más claro el ideario de montaje ruso:

Es una escena con un montaje vertiginoso, mucho más que el de cualquier superproducción de acción actual, que no sólamente busca narra una historia, sino que además intenta transmitir un mensaje determinado mediante la yuxtaposición de planos. Por ejemplo, la rapidísima sucesión de planos del pueblo con la metralleta disparando sobre ellos. El punto culmen de esta concepción del montaje es la película documental de Vertov, El Hombre Con La Cámara, una película impresionante del año 1929 donde se utilizan de forma espectacular todos los recursos de montaje que se han utilizado posteriormente.

Los videoclips de la MTV quedan en ridículo ante esta película de casi 80 años de antigüedad. Incluso utiliza técnicas de stop motion[2], que no tiene nada que envidiar a los de Tim Burton. Vertov era un pionero que se dedicó a experimentar junto a su esposa en su laboratorio; cortando y pegando trozos de celuloide fue capaz de crear una maravilla visual que sorprende incluso 80 años después. Una película que no puede explicarse con palabras y que merece la pena ver:

Desde 1930, una vez que el sonido se había incorporado, todo lo que se ha avanzado en el cine ha sido en la técnica fotográfica y los efectos especiales. ¿Todo? La verdad es que no. Una vez que el cine norteamericano se instauró como el dominador mundial, parecía que el montaje transparente era la única posibilidad a la hora de hacer una película por ser el más claro en términos narrativos para el espectador. Tuvieron que llegar los cineastas franceses de la nueva ola para incorporar una nueva concepción del montaje.

Un montaje radical que pretendía ser evidente sin que exista un objetivo oculto, salvo el de ir contracorriente. Fue Jean Luc Godard quien lo inició en su película Al Final de la escapada. Veamos la primera escena antes de seguir leyendo:

En esta escena de arranque, Godard rompía todas las reglas del montaje existentes (las reglas para unir planos en un montaje transparente serán explicadas con detenimiento en una entrada futura). A los teóricos del montaje esto no les gustó demasiado y, o bien Godard no tenía ni idea (lo cual era falso porque era un estudioso y apasionado del cine norteamericano), o bien pasaba de todo y lo que hacía lo hacía para ir contracorriente. Este tipo de montaje entrecortado se llama jump-cut, y consiste en introducir cortes en un determinado plano eliminando algunos fotogramas. Para que os hagais una idea, es como si se tuviera un primer plano de alguien hablando y se cortaran los trozos en los que se queda pensando que decir. Esta técnica ha sido utilizada posteriormente, por ejemplo, en el reciente documental La Pelota Vasca. El montaje utilizado por Godard y sus compañeros de la nueva ola francesa es sin embargo anecdótico.

El cine norteamericano también se modernizó en cuanto al montaje. Uno de los momentos importantes en la historia del montaje cinematográfico es la película Bonnie & Clyde. En esta película de gangsters montada por Dede Allen (una de las editoras más respetadas), la escena final fue una revolución pues utilizó el montaje para llevar al extremo el impacto, utilizando cámara lenta e infinidad de cortes al ritmo de los disparos de una metralleta:

Es un ejemplo de una escena que gana en intensidad gracias al montaje. Y es que el montaje puede en muchos casos convertir una escena que podría pasar desapercibida en una escena de gran valor. Así que a lo largo de la historia del cine es posible encontrar algunas escenas cuyo valor dramático es obra del buen trabajo en el montaje, por ejemplo, la escena de La Marsellesa de Casablanca:

Una escena creada en montaje, que no estaba pensada como resultó pero que, gracias al trabajo del editor, se convierte en historia. El juego de miradas es totalmente artificial, e incluso el gesto de afirmativo de Bogart se rodó después para que todo cobrara sentido.

En la actualidad, en lo referente al montaje cinematográfico está todo inventado, y mayoritariamente las películas se montan de forma que el espectador no perciba los cortes de montaje. Sin embargo se siguen utilizando algunas de las otras técnicas en muchas películas para conseguir efectos dramáticos en determinadas escenas. Uno de los directores más arriesgados en este sentido es Oliver Stone, quien mezcló, por ejemplo, imagenes de archivo con imagenes rodadas por él mismo en el arranque de JFK, pretendiendo hacer creer al espectador que todo era material de archivo, para así poder sostener el argumento posterior de la película:

Boris 12 sept.2008 sacado de www.eltamiz.com

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