Buñuel 2


A Luis Buñuel le gustaba jugar con la idea de que la casualidad fue la que lo trajo a México en 1946. Exiliado en los Estados Unidos desde el triunfo del franquismo en España, el realizador de La edad de oro (1930) trabajaba en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York como colaborador de un comité de propaganda anti-nazi destinado a los países de América Latina. Decidido a establecerse en América, Buñuel estaba a punto de adquirir la ciudadanía norteamericana cuando se vio sin trabajo debido a una indiscreción cometida por su antiguo amigo Salvador Dalí.

En su libro "La vida secreta de Salvador Dalí", publicado en aquellos momentos, el pintor catalán calificaba a Buñuel de ateo. Un periodista del "Motion Pictures Herald" tomó esta declaración como base para atacar a Buñuel en un artículo en el que advertía sobre el peligro que significaba la presencia de tan escandaloso personaje en una institución cultural tan prestigiada como el MOMA. En cierto modo, lo ocurrido era más grave que una acusación de comunismo. Ante las presiones, Buñuel prefirió renunciar a su trabajo.

Sin dinero ni proyectos, Buñuel acudió a una cena en casa del cineasta René Clair en la que se encontró con Denise Tual, viuda del intérprete de Un perro andaluz (1928). Tual tenía el proyecto de producir en Francia una versión fílmica de "La casa de Bernarda Alba" de García Lorca y propuso a Buñuel que la dirigiese. Aunque reticente en un principio, el cineasta terminó aceptando el proyecto y comenzó a preparar su retorno detrás de la cámara.

Como la productora tenía que regresar a París pasando por México, Buñuel la acompañó sin imaginarse que ese primer viaje suyo a un país latinoamericano cambiaría su vida para siempre. Tras cancelarse el proyecto de filmación, el cineasta se encontró en un país extraño que lo recibió con los brazos abiertos. En una reunión, Buñuel conoció al escritor Fernando Benítez, entonces asistente del secretario de gobernación del régimen de Miguel Alemán. Conocedor de su obra, Benítez invitó a Buñuel a quedarse en México y le concertó una cita con el ministro, quien le reiteró la invitación. De esta manera, en unos cuantos días, Luis Buñuel se encontraba a punto de dirigir la primera de las veintiún cintas que filmaría en nuestro país.

Denise Tual lo había presentado con Óscar Dancigers, un productor francés que había emigrado a México huyendo de la persecución nazi. Aclimatado en la pujante industria de la época de oro, Dancigers estaba preparando la producción de Gran Casino (1946), filme con el que debutaría en México la estrella argentina Libertad Lamarque. Esta cinta, primera dirigida por Buñuel en México, resultaría ser un enorme fracaso y la causante de que no volviese a dirigir en tres años.

A los 49 años, el realizador aragonés estaba a punto de olvidarse del cine cuando el mismo Dancigers le pidió que se hiciera cargo de la dirección de El gran calavera (1949) un vehículo comercial para el lucimiento de Fernando Soler. El éxito de esta comedia sin pretensiones -aunque llena de detalles buñuelianos- animó a Dancigers a aceptar el proyecto de Los olvidados (1950), un filme más personal y arriesgado que levantó ámpulas entre periodistas e intelectuales mexicanos al mismo tiempo que consagró al cineasta en el panorama internacional.

Diversas biografías y estudios sobre la obra de Luis Buñuel tienden a concentrarse en su espléndida etapa final -los filmes franceses producidos por Serge Silberman- y en sus primeros años de militancia surrealista, menospreciando la etapa mexicana de su filmografía. Este período de la obra de Luis Buñuel contiene, al menos, tres obras maestras y casi una decena de filmes más que importantes. También ha sido común afirmar que Buñuel no tuvo muchas oportunidades de hacer un "mejor cine" en países con más recursos económicos, pero es interesante señalar que durante su estancia en México realizó al menos cinco coproducciones con Francia, España y los Estados Unidos, además de un filme producido totalmente en Francia.

Quizás el detalle más significativo alrededor de estas apreciaciones radique en la decisión tomada por Buñuel de nacionalizarse mexicano en 1949. A pesar de que en sus años más gloriosos tuvo diversas oportunidades de trasladarse a vivir en otros sitios, Buñuel continuó siendo fiel a su modesta casa de la colonia del Valle de la Ciudad de México, en la que vivió hasta los 83 años.

Hace poco tiempo, tras el fallecimiento de la viuda del cineasta, la familia Buñuel tomó la decisión de donar una gran cantidad de objetos personales de don Luis al estado español. Antes de su partida hacia Madrid, las fotografías, guiones originales, manuscritos y demás recuerdos del genial director fueron exhibidos en el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana. Para quienes aprendimos a amar al cine a través de las imágenes filmadas por Buñuel fue doloroso ver, por primera y quizás por última vez, un trozo de la historia del cine mexicano que por razones poco conocidas no pudo conservarse en nuestra tierra.

Sin embargo, los cinéfilos mexicanos recibimos de Luis Buñuel un legado más valioso: sus imágenes, las cuales nunca se podrán ir de nuestra pantalla interior. Esas imágenes, inolvidables al tiempo que efímeras, poseen la naturaleza que don Luis le atribuía a la libertad:

"No eres libre como imaginas. Tu libertad no es más que un fantasma que va por el mundo con un manto de niebla. Cuando tratas de asirla se te escapa sin dejarte más que un rastro de humedad en los dedos."
Boris 03 Octubre 2008

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