Ivanov



Ahí se mueve Ivanov, en la mirada del huracán, del viento, por la succión de este mundo egoísta, económico, bajo éste paradigma capitalista se agarra y flota en la autodestrucción inevitable en la que padece. Está cansado y conlleva ese enigma adolescente que lo sostenía para sustentar la vida, pero al verse envuelto en las responsabilidades, aparece cansado, y no entiende, “Pero la vida no se preocupa de ella, la vida pasa y te deja solo”. Ivanov pone sus demandas de acuerdo a su ley (de la vida) y debe, si es que desea solucionar o no sus preguntas. Su mujer enferma es una pregunta, el montón de deudas, que Sasha se lance a su cuello es una pregunta. El amor idílico de la joven Sasha que provoca el espíritu y desconcierto, quizás la única salida o posibilidad de poder volver a empezar, la esperanza, “el amor”. Pero las cuentas suben, su mujer Anna muere de tuberculosis, y el contorno es inmodificable, entonces se vé debilitado, y sufre su propia debilidad.

Pero las personas tales como Ivanov no solucionan ninguna pregunta, sino analizan su carga, su peso, y dolor por la vida. Son confusos, con los amplios brazos hacia fuera, son nerviosos, se angustian, confían estupideces y pierden finalmente, caminan con sus nervios débiles y flácidos que funcionan libremente a la licencia, al consentimiento, a dejar que las cosas pasen. Pero el suelo está bajo sus pies y en el los números de preguntas y problemas que están por romperse “¿es locura o falta de juicio? “. La joven Sasha, la posibilidad de revolución, que quiere darle su amor y hasta casarse con él, no puede, no tiene energía.

De tal manera Chejov caracteriza a su anti-heroe. De tal manera tiene contingencia.

Una economía que se impone como la “esperanza” se devuelve como autodestrucción, cada vez que se acerca el fin del trabajo sin una disminución del bienestar para todos, asi cada vez es mas grande la fuerza e insistencia en la cual uno trata de impedir eso.

El soborno, el “interés” de las relaciones, el amor idílico e interesado de una joven muchacha, la protección del capital, la frialdad y aparente control de la vida, la “quietud” son signos pantanosos en los que los personajes se muestran, “mascaras” sociales que se encuentran en este mundo, pues los “Ivanov” son seres humanos que se repiten, anti-héroes reconocibles para mostrar el mundo en el que vivimos, así lo describe Chejov.

La muerte de “Ivanov” por tanto es ideológica, reflexiva, pues cuestiona la existencia y la real perspectiva o esencia del hombre en su medio social. ¿será que finalmente nosotros vivimos en la inercia y que la vida no tiene ningún sentido? ¿si el trabajo nos da felicidad, por que el dinero es el material para conseguirla, entonces no necesito de las personas, ya que la materialidad suplanta a la humanidad, o la injusta oportunidad social es la justa felicidad de unos pocos? “Ivanov” invita a la pregunta, a la reflexión.

Chejov no deja una duda el hecho de que las condiciones y las acciones que él representa refieren a las condiciones materiales-económicas de su presente, no escribe como historiador, sino que mueve la realidad de sus perspectivas del porvenir y la contingencia política de su tiempo, exponiendo preguntas, en las cuales el ancla o arco configurante entre su época y la actual, no tenían ni tienen una respuesta de satisfacción mas que descontento y desconcierto, por una polisemia de sentidos y opiniones que encausan a preguntas y reflexiones sobre la real felicidad del hombre.


En el escenario solo 2 sillas y un escenario desnudo, lleno de escepticismo, discursos ahogados y “mascaras” frágiles que muestran personajes contenidos de historia e impotencia para poder protestar o decir lo que sienten. Un grupo de personas indefensas y solitarias, el cuerpo como instrumento escenográfico y arquitectónico que compone emociones, lugares e imágenes que arman el contenido humano que rodea y adolece el adolescente Ivanov, que representa desde su adolecer el eje crucial del hombre productivo y hedónico que propone el modelo idílico del hombre de hoy en día. En un mundo donde ya nadie cree en nadie y toda relación afectiva es un negocio, lleno de desesperanza y aburrimiento.

El descontento generalizado y estos desesperados personajes de la vida se esconden en una fantasía que muestra desde ahí la crueldad del hombre y su estancamiento.

Entonces Chejov deja "el alcohol aparecer" donde su época y sus aspiraciones tienen gusto a la monotonía y el aburrimiento mental contingente.

Sore Ivanov, Chejov y contingencia

“Sólo quien trabaja puede comer” esta es la actual ideología civil base por el imposible sistema del desarrollo económico actual, que tiene su lógica: no hay bastante trabajo. Un sistema que necesita que la gente se endeude para que los bancos puedan “prestar” dinero y así las personas tengan que trabajar y trabajar y aceptar todas las condiciones que se les presentan, un sistema que necesita de sus sacrificios, y la gente cree en “este” mundo, nosotros somos los que decimos que eso puede existir, porque todo es “normal”, pero eso es mental y hasta uno lo cree, tampoco lo pones en duda, sino estas fuera, al margen: “Lo antisocial”.

Estos “pantanosos” complejos personajes de Ivanov muestran una tristeza humana, porque existen los mismos fantasmas en la sociedad, y dicen: “Es mí culpa y yo estoy demás”: Una economía que se impone como la “esperanza” pero se devuelve como autodestrucción, pues los seres humanos se aferran en sus deseos, en sus ideales y esperanzas e intentan controlar sus vidas en algo que no es parte del presente y viven en otro tiempo alejándose de la lucidez de la vida, divagando en un letargo que los hace estancarse y mortificarse en su propia angustia. El hombre y su lucha por el control de la vida son en vano, por tanto los mecaniza hacia la humillación sin piedad y viven bajo visión que abandona, que es fría y analítica.

Nos interesa Ivanov: Por la condición del sujeto en un mundo cada vez mas escéptico y solitario “…Los individuos aspiran más a un desapego emocional, debido a la inestabilidad que sufren en la actualidad las relaciones personales…” (Gilles Lipoievsky)

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