Groucho y Chaplin


Chaplin y Groucho, 25 años después

Afición adictiva para algunos (periodistas, cronistas, etc.), negocio inmenso para otros (herederos y familiares), los homenajes póstumos y conmemoraciones de aniversarios están hoy a la orden del día, para disfrute de apologistas y desheredados, y para desesperación de los ciudadanos de bien que piensen en la cantidad de dinero de las arcas públicas que se desperdician en estos macabros cumpleaños. En los últimos tiempos hemos tenido, por ejemplo, centenarios tanto nacionales como foráneos (Lorca, Jardiel Poncela, Verdi) que poco han servido para conocer más la obra de estos autores. Eso sí, muy agradecidos por estas conmemoraciones están editoriales, librerías, escritores, expertos, políticos y un larguísimo etcétera de beneficiados económicamente in memoriam de los ausentes.

Dicho esto queda para dejar claro que no pretendemos desde estas páginas lucrarnos (aunque no estaría de más si se pudiera) sino que nos mueven otros intereses más altruistas y etéreos al recordar que este 2002 puede servir como excusa para recordar a Groucho Marx y Charles Chaplin: de ambos, cómicos, judíos y de cultura anglosajona, se cumplen este año 25 de su desaparición. Nos apuntamos, de este modo, una medalla, porque somos los primeros en constatar esta efeméride. Aceptamos subvenciones estatales.

Mientras este dinero llega, y para justificarlo, haremos lo que se suele hacer en estos casos: reinvindicar lo que se ha reivindicado muchas veces, y a unas figuras cuya reivindicación sólo interesa, a la postre, a los que ya las conocían. Porque no vamos a descubrir nada nuevo de ambos, pero, en fin, redondearemos nuestro descubrimiento con algunas líneas.

GROUCHO MARX

Julius Henry Marx, más conocido como “Groucho” porque se guardaba el dinero de las apuestas al póker en una cartera, una “grouch bag”, es el más popular del grupo cómico los hermanos Marx. Groucho, Harpo y Chico son recordados por una quincena escasa de películas realizadas en los años 30 y 40 en que se dieron a conocer por su peculiar humor, caracterizado por el absurdo, manifestado tanto en el plano visual como en los diálogos, cargados de juegos de palabras. El humor absurdo conducía al cuestionamiento de los estamentos públicos y las costumbres sociales, tales como la universidad (”Plumas de caballo”), la clase política (”Sopa de ganso”) o la ópera (”Una noche en la ópera”).

Los hermanos Marx también trabajaron en el teatro y el vodevil, la radio, y la televisión. Tras su última película como grupo cómico (”Amor en conserva”), Groucho fue el que desarrolló una vida pública más intensa, y de ahí que sea el Marx más recordado por los cómicos norteamericanos posteriores: su presencia constante en la televisión y sus continuas declaraciones contra la clase política norteamericana (que le originó en la vejez la apertura de un expediente por parte del FBI), así como la publicación de libros en los que seguía dando rienda suelta a su humor le hicieron destacar como un personaje controvertido, disparatado y provocador. Y a pesar de que el fenómeno Groucho ha conseguido exportarse a otros países, su humor y su proyección sólo puede entenderse en la cultura norteamericana, ya que sus películas no son más que una parte de su labor como cómico.

Otro de los aspectos que se suelen destacar de Groucho son sus frases célebres. En el hit parade de frases ingeniosas, sólo Oscar Wilde le disputa la primera posición. ¡Cuántas veces hemos soportado a listillos citando a ambos y quitándoles, de paso, toda la gracia original! En fin, de todas las frases de Groucho, nos quedamos con una que resume un modelo vital: “Sólo se aburren los tontos”.

Lo malo de todo el reconocimiento a Groucho es que en ocasiones se llegue a pensar en Harpo, y sobre todo en Chico, como en meros comparsas suyos. Nada más lejos de la realidad, ésta es una circunstancia que sobre todo padece Chico fuera de los EE.UU., ya que su personaje cómico (un inmigrante italiano que vive del lío y del engaño y que se gasta todo lo que tiene en apuestas) es difícilmente reconocible y gracioso en Europa. La ventaja del personaje de Groucho es lo que comentábamos antes: una mayor presencia en los medios de comunicación norteamericanos le dieron una posición de ventaja a la hora de ganarse adeptos. La vida familiar y apartada que llevó en sus últimos quince años de vida Harpo y el mal estado de salud de Chico coincidieron durante mucho tiempo con la presencia de Groucho como gurú mediático de la izquierda intelectual estadounidense. Pero, vistas sus películas, los tres personajes desarrollan papeles complementarios y tienen la misma capacidad cómica y agresiva con su entorno.

Sea como fuere, la verdad es que Groucho es el Marx más imitado y que son precisamente sus imitadores los que más nos hacen recordar al genuino: ante las malas imitaciones, no hay nada como el original.

CHARLES CHAPLIN

Por su parte, Charles Chaplin, el niño británico que llegó a Nueva York con sólo un dólar en el bolsillo, cultivó el humor en el período que le tocó, el cine mudo, explotando los recursos visuales del medio. No faltan defensores de las causas perdidas que dicen que Buster Keaton era un mejor cómico. Bueno, aparte de que Chaplin le hizo la vida imposible a Keaton y que consiguió que dejase de hacer cine, cayese en la bebida, y estuviese más de 30 años en el olvido (casi nada), lo cierto es que Chaplin tenía un mayor sentido del negocio, supo introducir en sus películas historias melodramáticas y tuvo un mayor acierto al crear un personaje rápidamente reconocible por el populacho (que, a fin de cuentas, era el que llenaba los cines durante aquellos años).

No es de extrañar, de todos modos, que los franceses reivindicasen a Keaton frente a Chaplin por las características de este último, que chocan con la cinefilia gabacha:

- Chaplin fue un empresario exitoso. Sus películas tuvieron siempre éxito, en EE.UU. o en Europa, incluso cuando hizo una película muda (”Tiempos modernos”), casi diez años después de la implantación del cine sonoro. Por lo tanto, Chaplin no era el típico autor maldito que llevaba, en los años 60, décadas sin hacer cine porque no le dejaban los estudios: no, Chaplin hacía cine cuando le daba la gana.
- Sus películas no necesitaban de una urgente restauración para ser salvadas del olvido. Chaplin cuidó mucho de su propia obra, e incluso fue el primer director en ofrecer un “director’s cut” de una película suya, como fue “La quimera del oro”, que reestrenó veinte años después de su producción, sonorizada y con nuevas imágenes. Chaplin fue el único director del mudo que no tuvo que preocuparse por si sus películas iban a desaparecer. En este caso, ninguna cinemateca europea podía presentarse como salvadora de sus películas, porque estaban ya muy bien conservadas y guardadas.
- Era un personaje tan de izquierdas que la proyección de sus películas ridiculiza a cualquier existencialista de los de barba y pipa. Películas como “Tiempos modernos”, “Luces de la ciudad” o “El gran dictador” desmonta la teoría de que en EE.UU. sólo se hacían americanadas propagandistas y nada comprometidas. Mientras los europeos seguimos riéndonos del cine americano, aquí todavía esperamos que se haga cine tan comprometido como “El gran dictador” o “Ser o no ser”, de Lubitsch. Dime de qué presumes…

Así, claro está, es mejor reivindicar a directores menos conocidos, como Keaton o Stroheim, que a Chaplin. La obra de Chaplin es incómoda para las elites intelectuales porque llega a las masas y elabora, a la vez, un discurso revolucionario. Lo que consiguió hacer en la URSS Eisenstein en un par de películas, Chaplin lo hizo durante más de treinta años de trayectoria profesional.

En definitiva, que una vez más, la conclusión es desalentadora. Vistos los cómicos de entonces, payasos comprometidos y aguerridos, que utilizaban su independencia económica para fastidiar y meterse donde no les llamaban, y vistos los de ahora, el club de comediantes que repiten siempre los mismos chistes, el panorama desmoraliza. Y si nos fijamos en España, aún es peor, porque los de antes son los mismos que los de ahora: ahí están los Ozores, Juanito Navarro y compañía. Aquí al menos no hay decadencia, ya que nunca ha existido el auge.

Manuel de la Fuente

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18 agosto 2008

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