Ser adolescente en el Cine



Hay quienes dicen que el adolescente lo inventó James Dean. Puede ser un poco exagerado, pero antes de los 50 (Rebelde sin causa es del 55), era difícil encontrar adolescentes. Es más, si uno busca como keyword “teen” en imdb, aparece una lista gigante de películas, que puede acotarse, por subgéneros o por décadas.

La primera, es la de los 50.

Holden Caulfield, el adolescente con problemas por excelencia, del cual nuestro Matías Vicuña (de Mala Onda), es hijo...por no decir clon, también se encumbró en esa década.

Antes que él, al menos en el cine, o se era niño, o se estaba en una especie de limbo que abarcaba la etapa comprendida entre los 12-13 años y los tempranos 20, en que, básicamente, se era un adulto, pero más chico. No existía identidad propia en términos de vestuario y obviamente, como no se diferenciaban mayoritariamente de los adultos (o de los niños -el cambio era brusco, no esta transición que existe hoy-), no existían subculturas, tribus urbanas, ni ninguna otra forma de diferenciación que los medios o la publicidad inventan, etiquetan o dan a conocer (según sea el caso).

En cuanto al cine…

Si bien habían luces de lo que podía ser la figura del adolescente, siempre estos tuvieron forma de niños.

Clásico es el ejemplo de Cero en Conducta, de Jean Vigo.

Pero en los años 50 apareció Dean y la cosa cambió. Luego, aunque un poco mayor llegó Brando.

Y si bien, por edad, no cabe en esta categoría, el Antoine Doinel de Los 400 Golpes es un claro ejemplo de ese concepto tan manido, conocido como Teenage Angst (angustia adolescente, infantil en el caso de Doinel), y su plano final frente al mar, parece influencia innegable, en cineastas como Ezequiel Acuña, director trasandino que con dos películas, parece ir bien encaminado en esto de retratar adolescentes (Nadar Solo, y mi favorita: Como un avión estrellado).

En los 60 y 70 aparecieron cintas clásicas, que, evidentemente, influenciaron a los cineastas que vinieron después.

A modo de ejemplo tenemos American Graffiti (73), If…(del 68, que a su vez estaba influida por Cero en Conducta) o Harold & Maude (del 71)que, a decir verdad, no sé si Wes Anderson la ha reconocido como influencia, pero es claramente una película que podría haber dirigido él. También sobra mencionar La Naranja Mecánica (también del 71 y también protagonizada por Malcolm McDowell, nuevamente interpretando a un adolescente ultra violento).

Carrie -el 76- hizo lo propio.

Llegando a los 80, no podemos dejar pasar a John Hughes:

Sixteen Candles, Ferris Bueller’s day off o The Breakfast Club, pese a las ingenuidades, a los chistes dignos de un sketch escolar, o a las miradas a cámara innecesarias (sobre todo en Sixteen Candles, en F.B.D.O. se justifican, y en T.B.C. no hay), con el sólo propósito de forzar una sonrisa (a estas alturas no lo logran, sino que dan un poco de vergüenza ajena y rompen el cuarto muro innecesariamente –a diferencia de películas como Annie Hall o High Fidelity que lo consiguen con éxito-), son claros referentes culturales .

Basta recordar el capítulo de The Simpsons en que Bart hace la cimarra y Skinner lo persigue, para darse cuenta del alcance de FBDO, o el episodio de Dawson’s Creek (serie de adolescentes) en que el castigo es tener que pasar una mañana encerrados en la biblioteca –TBC- o en la misma serie, el primer capítulo de la tercera temporada, que es una referencia clara a Risky Bussiness, película que también homenajean en otra serie heredera en parte de la tradición de Dawson’s Creek y Beverly Hills 90210: The OC.

Aparecen también cintas como Heathers, Porky’s, La venganza de los nerds, la saga de Volver al futuro o Say Anything, película que vino a modificar un poco los estereotipos clásicos: Lloyd Dobler era tímido con las mujeres, pero no tanto. Era antisocial, pero popular. Le iba mal en el colegio, pero no era tonto. El concepto de nerd estaba cambiando y parece ser el padre de personajes como Max Fischer (Rushmore) o el abuelo de Pacey Witter y Seth Cohen (Dawson’s Creek y The OC, respectivamente).

Los adolescentes ya se habían establecido y hacer películas sobre ellos era rentable. Había un grupo etario con características particulares y poder adquisitivo que valía la pena explotar.

Los 90’s fueron un período de transición. Surgieron los adolescentes de American Pie, una película heredera del humor ochentero, pero traído a la actualidad. Pero eso ya más cercano al final. En sus comienzos, la época del grunge, el auge de MTV y la generación X nos entregó películas como Reality Bites, y aunque no tan teenagers, conservan la moral adolescente Jesse y Celine de Before Sunrise, dirigida por Richard Linklater, quien un par de años antes nos había deleitado con una de las mejores películas sobre el teen spirit noventero, aunque estuviera ambientada en los 70’s: Dazed and Confused.

Kevin Williamson refrescó el terror adolescente, al hacer un slacker film que a su vez se reía del género del que era heredera (Scream) y además nos entregó un conjunto de adolescentes con hiperelocuentes y llenos de problemas en Dawson’s Creek.

En los 2000 (o al menos lo que llevamos), los adolescentes (como eje central de una película, con la angustia propia de la edad y lo complejo que ello resulta) se han visto envueltos en películas de ciencia ficción (Donnie Darko), film noir (Brick) y otros géneros híbridos (Chumscrubber), además de verse reflejados en películas de realizadores cada vez más jóvenes, que, gracias al uso de tecnologías digitales, o a la cada vez más fuerte educación de las escuelas de cine y sobre todo, gracias a que las grandes productoras han abierto submarcas dispuestas a realizar un cine que, si bien, no es garantía de calidad, al menos sí asegura una suerte de honestidad en sus propuestas (léase: Fox Searchlight, Warner Independent, por ejemplo).

De esta forma han salido, desde las más conocidas como Juno, hasta películas como Thumbsucker, Art School Confidential y Ghost World, Igby Goes Down, Battle of Shaker Heights (película ganadora de Project Greenlight), Charlie Bartlett, The Wristcutters: A love story, Rocket Science, The Squid and the Whale y muchas más…

Y en Chile…

Ha habido algunos intentos. XS: la peor talla, era un buen telefilm (de hecho, así se pensó originalmente) pero el formato cinematográfico le quedó grande.

Se agradece Promedio Rojo el 2003. Con sus defectos, no deja de ser una película honesta en sus intenciones y explícita en sus referentes, a los que creo, sirve como un más que decente homenaje.

Sangre Eterna también hizo un intento por hacer un cine de adolescentes “de género” (término bastante absurdo, a menos que pretendamos que el drama costumbrista, por ejemplo, no es un género).

Se arrienda, era sobre un treinteañero, pero con problemas bastante adolescentes.

Normal con alas es lo último que ha salido en nuestras pantallas que tiene algo que ver con el grupo etario al que hemos estado haciendo alusión. Entretiene, sin embargo, al hacer uso del formato del falso documental, lo que gana en “chistes” –gracias al uso de recursos humorísticos propios de este formato- lo pierde en cercanía e identificación que uno como espectador puede sentir con los personajes.

Lo que creo que, en este tipo de películas, al final, es lo más importante porque aunque todos hablan del niño que tenemos dentro, a la hora de los problemas, las angustias y las complicaciones propias de la vida, es el adolescente en nuestro interior el que se está manifestando.

Gianfranco Raglianti

No hay comentarios: